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3 Minutos con Jesús en el evangelio de San Lucas 5,1-11

Evangelio de San Lucas 5,1-11
En aquel tiempo, Jesús estaba a orillas del lago de Genesaret y la gente se agolpaba en torno suyo para oír la palabra de Dios. Jesús vio dos barcas que
estaban junto a la orilla. Los pescadores habían desembarcado y estaban
lavando las redes. Subió Jesús a una de las barcas, la de Simón, le pidió que la
alejara un poco de tierra, y sentado en la barca, enseñaba a la multitud. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Lleva la barca mar adentro y echen sus redes para pescar». Simón replicó: «Maestro, hemos trabajado toda la noche y no hemos pescado nada; pero, confiado en tu palabra, echaré las redes». Así lo hizo y cogieron tal cantidad de pescados, que las redes se  rompían. Entonces hicieron señas a sus compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a ayudarlos. Vinieron ellos y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús y le dijo: «¡Apártate de mí, ¡Señor, porque soy un pecador!» Porque tanto él como sus compañeros estaban llenos de asombro al ver la pesca que habían conseguido. Lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Entonces Jesús le dijo a Simón: «No temas; desde ahora serás pescador de hombres». Luego llevaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.

Meditación
La grandeza de Pedro en este pasaje evangélico consiste en no fiarse de sí mismo, de su propio juicio, de su «experiencia». Humanamente hablando, como pescador experimentado, tenía razones de sobra para oponerse a la orden de Jesús: «Nos hemos pasado la noche bregando y no hemos pescado nada». Sin embargo, deja sus conocimientos y su experiencia a un costado para apoyarse en la palabra de Jesús: «Por tu palabra, echaré las redes». Muchas dificultades en nuestra vida de fe provienen de aquí: nos aferramos a nuestras «experiencias», muchas veces mal hechas, en lugar de fiarnos pura y
simplemente de la palabra de Cristo.

Es precisamente este salto de fe el que capacita a Pedro para colaborar eficazmente con Cristo. Primero ha tenido que pasar por la experiencia de un fracaso: sus muchos esfuerzos no han conseguido nada. Y desde esa experiencia de su pobreza puede abrirse a recibir una gran redada, una pesca abundante, pero como don, como gracia. Sólo así Jesús puede decirle: «Desde ahora serás pescador de hombres».

Y es que para colaborar con Cristo en su misión y en su tarea no bastan las cualidades humanas. Para ser instrumento de Cristo y de su obra hace falta «vaciarse de sí mismo» y caminar en la fe, apoyado en la humildad. Es también ésta la experiencia de Pedro «apártate de mí, Señor, que soy un pecador», que va unida al asombro por la grandeza de Cristo y por su capacidad de realizar acciones que sobrepasan infinitamente las posibilidades humanas.

“Demos gracias al Señor por su misericordia, por las maravillas que hace en favor de su pueblo”

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