BlogComentario del Evangelio

Domingo de La Ascensión | Mateo 28, 16-20

En este Domingo de la Ascensión, Monseñor Rafael Escudero López-Brea, Obispo de la Prelatura de Moyobamba, presidirá la Celebración Eucarística en la Catedral de Moyobamba.

El Evangelio de este domingo es una palabra llena de consuelo, pues en él nos ofrece Jesús la perspectiva de la gloria futura, en compañía de Él y del Padre. El cielo es nuestra meta, el camino para llegar a él es Cristo.

“Al verlo lo adoraron”

“En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, lo adoraron pero algunos dudaban”. esta vez su postura ante él era de adoración, como si ahora vieran en Él mas al Dios que era que al compañero que había sido.

Jesús hace tres declaraciones muy importantes para sus discípulos.

“Acercándose a ellos, Jesús les dijo: Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra“. Este pleno poder no es nuevo en Él, pero ahora su condición de resucitado le permite desplegarlo en toda dirección y ejercerlo en toda su intensidad. Es un poder que le ha sido dado por el Padre, que lo ha enviado. Es un poder sobre el cielo: sobre cuanto a Dios se refiere; y sobre la tierra: sobre cuanto atañe a los hombres. En su persona se juntan los destinos del hombre y de Dios, con lo que afirma su soberano poder Dios-hombre.

El Señor tiene el auténtico poder en el cielo y en la tierra, el poder salvador. Sin el cielo, el poder terreno queda siempre ambiguo y frágil. Sólo el poder que se pone bajo el criterio y juicio del cielo, de Dios, puede ser un poder para el bien. Y sólo el poder que está bajo la bendición de Dios puede ser digno de confianza.

2ª De este poder se derivará la misión que va encomendar a los suyos. Misión que es una orden y una fuerza, un mandato y una gracia para realizarla. Esta gracia conducirá a los discípulos a la conquista amorosa y espiritual del mundo que respetará la libertad de cuantos la reciban

Vayan, pues y hagan discípulos de todos los pueblos”.

Hay que emprender el camino de las naciones, porque todas pueden convertirse. Los apóstoles harán que lo Jesús solo ha comenzado.

Nos enseña el Catecismo: ” Dios, infinitamente perfecto y santo en sí mismo, en un designio de pura bondad ha creado libremente al hombre para hacerle partícipe de su vida bienaventurada. Por eso se hace cercano al hombre: le llama y le ayuda a buscarle, a conocerle y a amarle con todas sus fuerzas. convoca a todos los hombres, que el pecado dispersó , a la unidad de su familia, la iglesia. Para que esta llamada resonara en toda la tierra, Cristo envió a los apóstoles que había escogido, dándoles el mandato de anunciar el Evangelio”.

Todos los hombres de todas las naciones están llamados a entrar en el Reino de Dios. Para entrar en él, hay que acoger la palabra de Jesús.

3ª Jesús señala las tres grandes tareas del ministerio apostólico, para guiar a la humanidad hacia una relación personal con un Dios personal cuya vida deberán compartir cuantos crean en Cristo.

La primera tarea es una enseñanza doctrinal: “Hagan discípulos”. Los apóstoles deberán transmitir a las anciones cuanto el Maestro les ha enseñado. Los espíritus tendrán que ser abiertos para que puedan saltar desde el materialismo a la fe.

La segunda tarea es de santificación: “bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Los hombres no son espíritus puros. No basta iluminar sus mentes, La iniciación intelectual ha de ir acompañada por una participación de a vida de Cristo a través de los sacramentos: bautismo, confirmación, eucaristía…

La tercera tarea es de transformación de la vida de los que crean y, para ellos, los apóstoles tienen que ir “enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado“. No será suficiente conocer teóricamente sus enseñanzas; los creyentes tendrán que ser transformados, deberán participar de una nueva vida interior: mandamientos, consejos…

Jesús a la orden y la misión, los apóstoles reciben una promesa: Jesús seguirá con ellos: “Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”. Jesús habla aquí de una presencia especial; habla como un jefe y un amigo que se queda, como un hermano, entre nosotros. Ahora volverá a su gloria, pero, de un modo misterioso, seguirá entre los suyos. Su iglesia recién nacida no quedará huérfana. Por esta presencia permanente de Cristo orar es siempre posible para nosotros, A partir de esta hora, la misión de Cristo y del Espíritu se convierte en la misión de la Iglesia una ,santa católica y apostólica.