Comentario del Evangelio III Domingo de Tiempo de Adviento, Lucas 3,10-18

Suscríbete a nuestro canal 👉 http://bit.ly/SuscribeteSanGabriel El Padre José Joaquín comparte con nosotros el #EvangelioDeHoy​​​​ Domingo 10 de Diciembre 2021, Evangelio según San Lucas 3,10-18.
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Muy queridos hermanos:

Que la gracia y la misericordia del Señor, que viene a salvarnos, estén con ustedes.

Llegamos ya al tercer domingo de Adviento, llamado “Gaudete”, es decir, “Alégrense”, porque así comienza la antífona de entrada de esta Eucaristía. Si el pasado domingo la palabra de Dios nos ofrecía la alegría porque el Señor había estado grande con nosotros, en este domingo se desborda la oferta de su gozo espiritual.

Coincide este domingo con la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, patrona de Latinoamérica. A ella nos encomendamos, porque nos asegura que es nuestra madre, que está siempre con nosotros: Santa María de la esperanza, ruega por nosotros. El pasado día 8 celebramos la solemnidad de la Inmaculada Concepción de la virgen María, y terminábamos el año Santo de San José. Todos hemos experimentado el cariño y la ternura de este Santo, esposo de María y papá de Jesús. No dejemos de acudir a él con confianza todos los días.

Abrimos nuestros corazones, hermanos, a esta alegría espiritual porque el Señor está más cerca. Con la pedagogía de la santa madre Iglesia, asistida por el Espíritu Santo, seguimos aprendiendo a vivir con esperanza cristiana, es decir, con el deseo confiado de recibir al Señor en todas sus venidas, con la seguridad de que él es fiel a todas sus promesas. A esta altura del adviento, nuestro Dios contempla a su pueblo, que espera con fidelidad la fiesta del nacimiento del Señor. Debemos examinar nuestros corazones, para ver si realmente cada uno de nosotros está esperando de verdad la llegada del Señor.

Hoy le suplicamos que nos conceda llegar a la alegría del gran acontecimiento de la Navidad, y poder celebrarlo con solemnidad y júbilo desbordante. Como ven, la liturgia insiste una y otra vez en la alegría cristiana. Las lecturas de hoy nos provocan y nos desafían precisamente para ofrecernos este gozo espiritual.

Como les recuerdo de vez en cuando, antes de escuchar este comentario, debemos leer despacio las lecturas de la Palabra de Dios, a través de las cuales el Espíritu Santo, no sólo nos enseña y nos da un mensaje, sino que nos alimenta y transforma toda nuestra vida, si somos buena tierra, en la que germina y da fruto.

El profeta Sofonías nos exhorta a la alegría, al gozo, al regocijo y a disfrutar con todo nuestro ser, porque el divino Rey y Señor está en medio de nosotros. No debemos temer mal alguno ni desfallecer, el Señor, nuestro Dios, se alegra y goza con nosotros, nos renueva con su amor; él exulta y se alegra con nosotros, como en día de fiesta. Necesitamos realmente, hermanos, esta declaración de amor de parte de nuestro Dios. No deja de ser sorprendente que, a pesar de nuestras infidelidades, el Señor se alegre y goce con nosotros. Nadie nos ama como él. Nos sorprende siempre la ternura y el cariño de su corazón. Nadie nos ama como él.

Por ello, en esta liturgia del tercer domingo de adviento, gritamos jubilosos, porque el Dios Santo es grande en medio de nosotros, es valiente y Salvador. Confiamos y no tememos, porque nuestra fuerza y nuestro poder es el Señor. Él fue y él es nuestra salvación. Nos ofrece su corazón abierto para beber con gozo el agua viva. Le damos gracias, proclamamos que su nombre es excelso, pero también debemos contar a todos sus hazañas. Debemos, con María, proclamar su grandeza, porque cada día el Poderoso hace obras grandes en nosotros y por nosotros, Él hace proezas con su brazo, y debemos anunciarlas, con gritos de júbilo, a toda la tierra.

San Pablo, escribiendo a los cristianos de Filipos, nos escribe también a nosotros, y nos exhorta a la alegría, pero la alegría en el Señor. Porque hay muchas clases de alegría. La alegría cristiana es el segundo fruto del Espíritu Santo, es el gozo espiritual, que nace del verdadero amor, experimentado y compartido. El apóstol quiere que vivamos con mesura, es decir, con medida. Y la medida cristiana es siempre el amor verdadero. Nos dice que nada nos debe preocupar ni angustiar, que debemos orar y suplicar y dar gracias y pedir lo que necesitamos en toda ocasión. La paz de Dios, que supera todo juicio, custodia nuestros corazones y nuestros pensamientos en Cristo Jesús. La alegría y la paz están relacionadas siempre, y ambas son frutos del Espíritu Santo. ¡Qué hermoso es vivir con paz y alegría! ¡Pues el Señor nos lo quiere dar! Por lo tanto, oremos: Señor, ven a mi corazón, lléname de tu Espíritu, hazme dócil a sus inspiraciones y mociones para recibir tu paz y tu alegría, aún en medio de las preocupaciones de mi vida. Tú eres grande y todopoderoso, tú eres mi Dios y salvador, en ti confío y no temo mal alguno, porque tú siempre me renuevas con tu amor.

Entonces, ¿qué debemos hacer? San Juan Bautista nos da una serie de recomendaciones prácticas, para prepararle el camino al Señor que viene: compartir lo que tenemos, tanto material como espiritual; ser honestos en nuestros trabajos, estudios y responsabilidades; y, por supuesto, no hacer daño ni aprovecharnos de nadie, rechazando toda corrupción.

Gracias, San Juan Bautista, por ayudarnos con tanta humildad y verdad. Queremos recibir el bautismo de Jesucristo que tú anuncias, con Espíritu Santo y fuego, que purifique nuestro corazón de todo pecado, de todo lo que impide vivir con la paz y la alegría que el Señor nos ofrece, para que se lleve a cabo en nosotros eficazmente la obra de la salvación. Que no seamos cobardes de corazón, sino fuertes con la fuerza que el Señor nos da.

Grita de alegría, exulta y aclama con todo tu corazón: ¡Ven pronto, Señor, no tardes, ven, Salvador!

#PalabraDelSeñor

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