3 Minutos con Jesús en el evangelio de San Lucas 19,1-10
Suscríbete a nuestro canal de YouTube 👉 http://bit.ly/SuscribeteSanGabriel El Padre Francisco Lunar Trigo comparte con nosotros la meditación y el #EvangelioDeHoy Martes 16 de Noviembre 2021, Evangelio según San Lucas 19,1-10
Evangelio de San Lucas 19,1-10
Habiendo entrado Jesús en Jericó, atravesaba la ciudad. Había allí un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de los cobradores del impuesto y muy rico.
Quería ver cómo era Jesús, pero no lo conseguía en medio de tanta gente, pues era de baja estatura. Entonces se adelantó corriendo y se subió a un árbol para verlo cuando pasara por allí. Cuando llegó Jesús al lugar, miró hacia arriba y le dijo: «Zaqueo, baja en seguida, pues hoy tengo que quedarme en tu casa.» Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría. Entonces todos empezaron a criticar y a decir: «Se ha ido a casa de un rico que es un pecador.» Pero Zaqueo dijo resueltamente a Jesús: «Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y a quien le haya exigido algo injustamente le devolveré cuatro veces más.» Jesús, pues, dijo con respecto a él: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, pues también este hombre es un hijo de
Abraham. El Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.»
Meditación
Jesús entra en Jericó, que significa “lugar de fragancia. El Señor quiere
ir a buscar al pecador, necesitado de gracia, y salvar a todos los saqueos. Él quiere conquistar nuestras vidas con su amor, que derriba los muros del pecado con su mirada y su palabra.
Todos aquellos que se consideran ricos, en cualesquiera circunstancias debemos aprender, que ser rico no es una falta, pero lo es no saber utilizar las riquezas, tanto material, intelectual, o también espirituales. Porque las riquezas, si bien impiden alcanzar la virtud, también pueden ayudar. Zaqueo era rico, fue elegido por Cristo y dio la mitad de sus bienes a los pobres e incluso devolvió cuatro veces más de lo que había robado.
La generosidad no tiene valor si la injusticia permanece en nuestras intenciones. Por eso recibe una recompensa más abundante que su generosidad.
Como Zaqueo somos siempre demasiado pequeños, aunque nos creamos que somos alguien, y como él, impedidos de ver a Jesús a causa de la muchedumbre, que es nuestro mundo, del cual tomamos los juicios y las opiniones. No son muchos los que se desprenden de sus propias suficiencias y del modo común de pensar de sus propios lugares de vida.
A zaqueo no le importa el ridículo, quiere ver a Jesús, y esa libertad le
lleva a ponerse frente a Jesús tal como es. Su curiosidad es motivo de
gracia, su renuncia al ridículo es signo de libertad.
Las personas sencillas permanecen libres, y pueden participar de esta
manera en el poder liberador de Jesucristo. Zaqueo nos enseña a adquirir la sencillez de un niño, a desprendernos del ridículo, para acoger a Cristo en nuestra vida, y ser sanados.
“Mi felicidad consiste en estar cerca de Dios y en poner solo en él mi esperanza”
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