Blog

Evangelio de hoy 10 ene. 2020 (San Lucas 5,12-16.)

Mientras Jesús estaba en una ciudad, se presentó un hombre cubierto de lepra. Al ver a Jesús, se postró ante él y le rogó: «Señor, si quieres, puedes purificarme». Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Lo quiero, queda purificado». Y al instante la lepra desapareció.
El le ordenó que no se lo dijera a nadie, pero añadió: «Ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio». Su fama se extendía cada vez más y acudían grandes multitudes para escucharlo y hacerse curar de sus enfermedades. Pero él se retiraba a lugares desiertos para orar.Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

Jesús extendió la mano y lo tocó

«Cristo al entrar en el mundo dice: ‘ no quiero sacrificios, ni ofrendas, pero me has dado un cuerpo. Entonces dije: aquí estoy para hacer tu voluntad.» ¿Es verdad que para salvarnos de nuestra miseria y para conquistar nuestro amor, Dios quiso hacerse hombre? Tan cierto como que es un artículo de fe: «por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo y se hizo a hombre» (credo).

Sí, esto es lo que Dios hizo para que le amáramos. Es así como quiso manifestarnos el gran amor que nos tiene: «la gracia de Dios nuestro Salvador se manifestó a todos los hombres» (Tt. 2,11). «El hombre no me ama, parece haber dicho el Señor, porque no me ve. Voy a hacerme visible, a conversar con él, de este modo, seguramente me amará»: «apareció sobre la tierra, y conversó con los hombres» (Ba 3,38). El amor de Dios por el hombre es inmenso, inmenso desde toda la eternidad: «con amor eterno te amé; por eso prolongué mi misericordia para contigo» (Jr 31,3).     

Pero todavía no habíamos visto cuán grande e incomprensible era; cuando el Hijo de Dios se hizo contemplar bajo la forma de un niño acostado sobre paja en un establo, verdaderamente se manifestó: «Dios nuestro Salvador mostró su bondad y su amor para los hombres» (Tt 3,4). » La creación del mundo, observa san Bernardo, hizo resplandecer el poder de Dios, el gobierno del mundo, su sabiduría; pero la encarnación del Verbo hizo estallar su misericordia ante todos los que le miran». «Despreciando a Dios, dice san Fulgencio, el hombre se había separado de él para siempre; y como el hombre ya no podía regresar a Dios, Dios se dignó venir a encontrarle sobre la tierra». Santo Agustín ya había dicho: «no podíamos ir al médico; por eso el médico tuvo la bondad de venir hasta nosotros».