Blog

Evangelio de hoy 03 mar. 2020 (San Mateo 6, 7-15.)

Jesús dijo a sus discípulos: Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados. No hagan como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan. Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido. No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal. Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.

El amor de Dios es infinito

Actualmente, hay tan poca fe en el mundo que se espera demasiado o se desespera. Algunas personas dicen: “He hecho demasiado mal, el Buen Dios no me puede perdonar”. Hijos míos, esas palabras son una gran blasfemia. Ponen límites a la misericordia de Dios, que no tiene límites, es infinita. Aunque hubieran hecho tanto mal como para provocar la perdición de una parroquia, si se confiesan, si se arrepienten por haber hecho ese mal y no quieren hacerlo de nuevo, el Buen Dios se los perdona.

Nuestro Señor es como una madre que lleva su niño en brazos. Ese niño es travieso: da pataditas a su madre, la muerde, la rasguña. Pero la madre no presta atención, sabe que si lo deja se caerá, que no puede caminar solo. Así es Nuestro Señor. Soporta todos nuestros malos tratos y arrogancias, nos perdona nuestras tonterías, tiene piedad de nosotros a pesar de nosotros mismos. Cuando se lo pedimos, el Buen Dios está siempre tan pronto para acordarnos el perdón, como una madre está pronta para retirar a su hijo del fuego.

FUENTE: evangeliodeldia.org