Comentario del Evangelio del Domingo de Ramos Mc 11,1-10
Damos comienzo con esta celebración a la semana mayor de todo el año litúrgico en la vida de la Iglesia católica: la llamamos semana Santa, porque el protagonista es el santo de Dios, porque en ella revivimos los misterios más santos de nuestra fe, y porque, si participamos unidos a Cristo y dóciles al Espíritu Santo, seremos santificados con todo el poder de la victoria de nuestro Salvador.
Por ello, entramos en Jerusalén con Jesús cantando: “hosanna al hijo de David, bendito el que viene en nombre del Señor, el rey de Israel. Hosanna en el cielo”. Como dicen los santos Padres, ponemos a los pies de Jesús, que entra humilde y victorioso montado en un burrito, no nuestros mantos ni nuestras palmas, sino nuestras personas, reconociendo a Jesús, nuestro rey: ¡gloria, alabanza y honor! Gritamos hosanna al paso del Redentor.
La monición del sacerdote nos exhorta a acompañar al Señor en todo momento, para que, participando de su cruz por la gracia, merezcamos un día tener parte en su resurrección y vida. Efectivamente, hace casi 40 días hemos entrado en el camino cuaresmal con Cristo y nos hemos venido preparando con obras de penitencia y caridad para celebrar, con toda la Iglesia el misterio Pascual de la pasión y resurrección del Señor.
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