3 Minutos con Jesús en el evangelio de San Marcos 8,11-13
Evangelio de San Marcos 8,11-13
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los fariseos y se pusieron a discutir con él, y para ponerlo a prueba, le pedían una señal del cielo. Jesús suspiró profundamente y dijo: «¿Por qué esta gente busca una señal? Les aseguro que a esta gente no se le dará ninguna señal». Entonces los dejó, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla.
Meditación
Todos los hebreos sabían lo que se podía hacer y lo que no, hasta donde se podía llegar. Estaba todo organizado, todos se sentían seguros allí. Para ellos eran cosas extrañas las que hacía Jesús: Ir con los pecadores, comer con los publicanos. A ellos no les gustaba, era peligroso; estaba en peligro la doctrina, esa doctrina de la ley, que ellos, habían creado a lo largo de los siglos.
La habían hecho por amor, para ser fieles a Dios. Pero se encerraron allí, sencillamente habían olvidado la historia. Habían olvidado que Dios es el Dios de la ley, pero es el Dios de las sorpresas.
También a su pueblo Dios le ha reservado sorpresas muchas veces, como cuando le ha salvado de la esclavitud de Egipto. Ellos no entendían que Dios es el Dios de las sorpresas, que Dios es siempre nuevo; que nunca reniega de sí mismo, que nunca dice que se ha equivocado, pero nos sorprende siempre. Y ellos no entendían y se encerraban en ese sistema hecho con tanta buena voluntad y le pedían a Jesús: ¡Haz un signo!’ Y no entendían los muchos signos que hacía Jesús y que indicaban que el tiempo estaba cerca. Habían
olvidado que ellos eran un pueblo en camino. Y cuando nos encaminamos, cuando estamos en camino, siempre encuentra cosas nuevas, cosas que no conocía. Y un camino no es absoluto en sí mismo.
Las señales que Cristo ha venido dando a los fariseos no han dado ningún fruto. Ellos son los que le piden al Señor señales del cielo para creerle, y hasta en el momento de la agonía en la cruz, no se cansan de repetir que “si baja de la cruz, entonces sí le creerán “No puede ser que el hombre sea tan ciego para no ver todas las señales que Cristo ha hecho, y todas las señales que sigue haciendo, como son el milagro de la Eucaristía, que un hombre pueda perdonar los pecados, en los sacramentos. Aun así, nos lamentamos pidiéndole que haga algún milagro en nuestras vidas, para que creamos que está allí presente apoyándonos en cada momento. Lo que más necesitamos es creer con sencillez para ver los milagros que cada día el Señor sigue haciendo, que cada sacerdote va haciendo sin darnos cuenta de ello. Por ello pidamos al Señor que nos dé fe para vivir más cercanos a Cristo.
“Salieron los discípulos a predicar el Evangelio; y el Señor actuaba con ellos y confirmaba la predicación con los milagros que hacían”
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