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3 Minutos con Jesús en el evangelio de San Marcos 7,31-37

Evangelio de San Marcos 7,31-37
En aquel tiempo, salió Jesús de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la región de Decápolis. Le llevaron entonces a un hombre sordo y tartamudo, y le suplicaban que le impusiera las manos. Él lo apartó a un lado de la gente, le metió los dedos en los oídos y le tocó la lengua con saliva. Después, mirando al cielo, suspiró y le dijo: «¡Effetá!» (que quiere decir «¡Ábrete!»). Al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y empezó a hablar sin dificultad. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero cuanto más se lo mandaba, ellos con más insistencia lo
proclamaban; y todos estaban asombrados y decían: «¡Qué bien lo hace
todo! Hace oír a los sordos y hablar a los mudos».

Meditación
Hoy celebramos la Virgen de Lourdes, y con ella, la jornada mundial del enfermo. María llama a los pecadores a la conversión, suscitando un gran celo de oración y amor, principalmente como servicio a los enfermos y pobres.

Y el evangelio de hoy nos trae la sanación de un enfermo. Pensemos en los muchos que Jesús ha querido encontrar, sobre todo, personas afectadas por la enfermedad y la discapacidad, para sanarles y devolverles su dignidad plena.

En este texto encontramos dos actitudes: La actitud del encuentro y la actitud de la exclusión, la actitud del prejuicio, porque se perjudica y se excluye. La persona enferma y discapacitada, precisamente a partir de su fragilidad, de su límite, puede llegar a ser testigo del encuentro: el encuentro con Jesús, que abre a la vida y a la fe, y el encuentro con los demás, con la comunidad Sólo quien reconoce la propia fragilidad, el propio límite puede construir relaciones fraternas y solidarias, en la Iglesia y en la sociedad.

Y ahora miremos a la Virgen, en este día del enfermo. En ella se dio el primer encuentro: el encuentro entre Dios y la humanidad. Pidamos a la Virgen que nos ayude a ser sanados del alma y del cuerpo. Pero la mayor enfermedad es el pecado que cierra el corazón en un profundo silencio en el que no puede escuchar ni hablar; como el sordo mudo del evangelio, sumido en un profundo silencio, y aunque pueda mover las manos y en cuerpo, no puede lograr comunicarse. Pero el encuentro con Cristo rompe las cadenas del silencio y puede abrirse de forma definitiva al diálogo divino.

cuando Cristo irrumpe en nuestra vida, desata las ataduras que nos esclavizan al pecado y a la muerte. Pidamos en este día del enfermo a nuestra madre la Virgen de Lourdes, que sane nuestras heridas, que libere nuestra lengua y nuestros oídos para escuchar a Señor y alabarle con todo nuestro ser.

“Dicho el vientre de la Virgen María, que llevó al Hijo del eterno Padre”

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