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3 Minutos con Jesús en el evangelio de San Lucas 2,16-21

Suscríbete a nuestro canal de YouTube 👉 http://bit.ly/SuscribeteSanGabriel El Padre Francisco Lunar Trigo comparte con nosotros la meditación y el #EvangelioDeHoy Sábado 01 de Enero 2022, Evangelio según San Lucas 2,16-21

Evangelio de San Lucas 2,16-21
En aquel tiempo, los pastores fueron a toda prisa hacia Belén y encontraron a María, a José y al niño, recostado en el pesebre. Después de verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño, y cuantos los oían quedaban maravillados. María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón. Los pastores se volvieron a sus campos, alabando y glorificando a Dios por todo cuanto habían visto y oído, según lo que se les había anunciado. Cumplidos los ocho días, circuncidaron al niño y le pusieron el nombre de Jesús, aquel mismo que había dicho el ángel, antes de que el niño fuera concebido.

Meditación
En la liturgia de la iglesia, el año nuevo es simplemente el día octavo
después de la navidad, después del nacimiento del Señor. En esta subordinación del comienzo del año civil bajo el misterio de la fe y de su
nuevo inicio, se advierte a las claras la transformación del tiempo que
se realiza mediante la fe. Sin la fe, nuestro calendario no es otra cosa
que la medida del giro de la tierra.

Y la Iglesia celebra en este primer día del año a Santa María Madre de
Dios La devoción a la Virgen María está muy dentro de la misma fe cristiana.
Es un hecho vinculado irrenunciablemente a la realidad y a la misión
personal del Verbo encarnado. Por ello, al coronar la octava de Navidad, la liturgia nos presenta hoy el misterio del Emmanuel en su lugar más exacto: el regazo maternal de María. La que hizo real la presencia del Hijo de Dios encarnado.

Al cumplirse los ocho días impusieron al niño por nombre Jesús. Desde el primer momento de la Encarnación encontramos realmente a Jesús, nuestra paz y reconciliación, en María, con María, por la Virgen María. La entrada de Dios en nuestra historia es como un encuentro entre la miseria de los hombres y la misericordia gloriosa de Dios. Y la Virgen María es un símbolo de la Iglesia. Como ella, la Virgen toma la preciosa sangre sacrificial de Cristo y se la ofrece a Dios sin descanso, todos los días y a todas las horas; se la ofrece por la pobre, por la extraviada y pecadora humanidad, que siempre está en guerra en algún lugar y para quien pide la paz.

La Iglesia sabe que el Hijo de Dios vino al mundo y derramó su sangre por la salvación de los hombres. Por eso la salvación constituye para ella su máxima y primordial preocupación. La Iglesia quiere la paz entre los hombres y por eso acude con su plegaria a la Madre del Príncipe de la paz, para que la otorgue ampliamente a la humanidad. También en las letanías lauretanas invoca la Iglesia a la Virgen María como Reina de la paz.

“Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por todos los siglos”

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