Comentario del Evangelio

Comentario del Domingo XXX de la Fiesta de la Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán | Juan 2, 13-22

En este Domingo de la Fiesta de la Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán, Monseñor Rafael Escudero López-Brea, Obispo de la Prelatura de Moyobamba, presidirá la Celebración Eucarística en la Catedral de Moyobamba.

“Cuando se acercaba la Pascua de los judíos”.

Justo al comienzo de la actividad de Jesús se encuentra la Pascua de los Judíos, de la cual se deriva el tema del templo verdadero.

“Jesús llegó a Jerusalén y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas con sus mesas. Entonces hizo un látigo de cordeles y los echó del templo, con todo y sus ovejas y bueyes; a los cambistas les volcó las mesas y les tiró al suelo las monedas; y a los que vendían palomas les dijo: «Quiten todo de aquí y no conviertan en un mercado la casa de mi Padre».

Como los profetas anteriores a Él, Jesús profesó el más profundo respeto al Templo de Jerusalén. Fue presentado en él por José y María cuarenta días después de su nacimiento. A la edad de doce años, decidió quedarse en el Templo para recordar a sus padres que se debía a los asuntos de su Padre. Durante su vida oculta, subió allí todos los años al menos con ocasión de la Pascua; su ministerio público estuvo jalonado por sus peregrinaciones a Jerusalén con motivo de las grandes fiestas judías. En el Templo expuso lo esencial de su enseñanza, quiso pagar el impuesto del Templo.

Jesús subió al Templo como al lugar privilegiado para el encuentro con Dios. El Templo era para Él la casa de su Padre, una casa de oración, y se indigna porque el atrio exterior se haya convertido en un mercado.

Si expulsa a los mercaderes del Templo es porque se opone radicalmente a todo el comercio montado en torno al templo, por la gran profanación de la casa de Dios y por celo hacia las cosas de su Padre: En ese momento, sus discípulos se acordaron de lo que estaba escrito: El celo de tu casa me devora”.

Mayor es toda profanación de nuestros templos cristianos: porque en ellos está personalmente Jesucristo en el Santísimo Sacramento, en ellos escuchamos la palabra de Dios y se actualiza a diario el Santo Sacrificio del Calvario, se celebran los sacramentos y viene en ellos abundante el Espíritu de Dios con sus gracias a los fieles.

“Después intervinieron los judíos para preguntarle: ¿Qué señal nos das de que tienes autoridad para actuar así?”.

Los judíos perciben que lo que hace Jesús es algo más profundo, es un ataque a la institución del templo. Lo que hace Jesús solo puede hacerlo un enviado del cielo; por eso, le dicen que con qué autoridad hace ese gesto y le piden que haga una señal, un milagro, como si Dios tuviera que aceptar nuestras condiciones y se tratara de subordinar la fe a un signo del cielo sin relación con el mensaje.

“Jesús les respondió: Destruyan este templo y en tres días lo reconstruiré».

Jesús anunció, en el umbral de su Pasión, la ruina de ese espléndido edificio del cual no quedará piedra sobre piedra. Hay aquí un anuncio de una señal de los últimos tiempos que se van a abrir con su propia Pascua. Pero esta profecía fue deformada por falsos testigos en su interrogatorio en casa del sumo sacerdote y se le reprochó como injuriosa cuando estaba clavado en la cruz. El verdadero horizonte de la expulsión de los mercaderes era la muerte y la resurrección de Cristo

Aún más, Jesús se identificó con el Templo presentándose como la morada definitiva de Dios entre los hombres. Por eso su muerte corporal anuncia la destrucción del Templo que señalará la entrada en una nueva edad de la historia de la salvación.

“Replicaron los judíos: «Cuarenta y seis años se ha llevado la construcción del templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?»

Pero él hablaba del templo de su cuerpo.

Jesús se estima superior al templo, morada de Dios para sus contemporáneos. Jesús en el templo habla de su cuerpo y lo presenta como un templonuevo, como el único lugar futuro de encuentro de los hombres con Dios. Su cuerpo, su persona es a la vez el inicio de la humanidad nueva, de la comunidad nueva.

“Por eso, cuando resucitó Jesús de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho aquello y creyeron en la Escritura y en las palabras que Jesús había dicho”.

La respuesta de Jesús era tan misteriosa que sus discípulos la entenderían después de la resurrección del Señor y así pudieron aplicar a Jesús las antiguas profecías sobre ese acontecimiento.

Dice Orígenes: “El templo al que alude Jesús no es solo el templo de su cuerpo, sino la santa Iglesia que, construida de piedras vivas y elegidas, que somos todos los cristianos, cada día se destruye en ella, porque cada día mueren los hijos de la Iglesia; y cada día resurge siempre, como el cuerpo muerto de Jesús. Resurgirá definitivamente cuando venga el tiempo del cielo nuevo y de la tierra nueva, por la resurrección de todos nosotros.”

La liturgia subraya de un modo claro el significado de la iglesia-edificio como signo visible del único verdadero templo que es el cuerpo personal de Cristo y su cuerpo místico, la Iglesia esposa y madre, la cual celebra en un determinado lugar el culto en espíritu y verdad: “Este lugar es signo del misterio de la Iglesia santificada por la sangre de Cristo, escogida por Él como esposa, virgen por la integridad de la fe, madre siempre fecunda por el poder del Espíritu. Iglesia santa, viña elegida del Señor; Iglesia bienaventurada, morada de Dios entre los hombres, donde resplandece como lámpara perenne el Cordero y donde se eleva festivo el coro de los bienaventurados; Iglesia lugar santo para todos” (Oración en la dedicación de una iglesia).