Comentario del Evangelio

Comentario del Domingo | IV Domingo de Adviento | Mateo 1,18-24

En este IV Domingo de Adviento, Monseñor Rafael Escudero López-Brea, Obispo de la Prelatura de Moyobamba, presidirá la Celebración Eucarística en la Catedral de Moyobamba.

Queridos hermanos y amigos, en este cuarto domingo del tiempo de Adviento el evangelista san Mateo nos muestra la figura de san José ante el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios. Él acoge a María y, con ella, ambos nos ofrecen a Jesús como el Dios con nosotros, para que nosotros lo acojamos en la fe y, por el amor, demos testimonio de la llegada de su Reino.

Dice el Evangelio:
“El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: estando María, su madre, desposada con José y antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.”

El evangelista afirma que María estaba desposada con José. La naturaleza de este desposorio es virginal, pues estaba desposada antes de vivir juntos. María, si bien ya estaba desposada con José, permanecerá virgen, porque el niño concebido en su seno desde la Anunciación había sido concebido por obra del Espíritu Santo.

El matrimonio de José y de María es el fundamento jurídico de la paternidad de José, para asegurar la protección paterna a Jesús. Dios elige a José como esposo de María; se sigue de esto que la paternidad de san José pasa a través del matrimonio con María. El Evangelio llama a José esposo de María y a María esposa de José, respondiendo al claro designio de Dios.

María, con el paso de los días y de las semanas, se manifiesta ante la gente y ante José como la que esperaba un hijo, como aquella que debía dar a luz y llevaba consigo el misterio de la maternidad. A la vista de esto, José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió separarse de ella en secreto, pues no sabía cómo comportarse ante la sorprendente maternidad de María, ante la intervención de Dios en su vida. No sabía si él tenía un papel y una misión en este misterio.

Pero apenas había tomado esta decisión, se le apareció en sueños un ángel del Señor, que le dijo:
“José, hijo de David, no temas en aceptar a María por esposa, pues la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.”

¡Cuántas enseñanzas se derivan de todo esto para la familia cristiana! Es en la Sagrada Familia donde todas las familias cristianas deben mirarse, porque por un misterioso designio de Dios en ella vivió escondido largos años el Hijo de Dios. Es, pues, un prototipo y ejemplo de todas las familias cristianas.

Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y recibió a María como esposa. Él la tomó junto con el hijo que llegaría al mundo por obra del Espíritu Santo, demostrando una gran disponibilidad de voluntad. Feliz porque ha creído, a José se le puede aplicar también la bienaventuranza de los creyentes, porque respondió afirmativamente a la Palabra de Dios cuando le fue transmitida en aquel momento decisivo.

Lo que él hizo es genuina obediencia de la fe, y este primer hacer es el comienzo de un camino de fe obediente y silenciosa de san José. El silencio de José posee una especial elocuencia: la elocuencia de hacer, simple y sencillamente, la voluntad de Dios.

El Concilio Vaticano II dice al respecto:
“Cuando Dios revela, hay que prestarle la obediencia de la fe, para que el hombre se confíe libre y totalmente a Dios, prestando a Dios revelador el homenaje del entendimiento y de la voluntad, y asintiendo voluntariamente a la revelación hecha por Él.”

San José, al igual que cuidó amorosamente a María y se dedicó con gozoso empeño a la educación de Jesucristo, también custodia y protege su Cuerpo Místico, la Iglesia. Dice el papa san León XIII:
“Que en todos crezca la devoción al patrono de la Iglesia universal y el amor al Redentor, al que él sirvió ejemplarmente.”

De este modo, todo el pueblo cristiano no solo recurrirá con mayor fervor a san José e invocará confiado su patrocinio, sino que tendrá siempre presente ante sus ojos su humilde y maduro modo de servir, así como de participar en la economía de la salvación.

Queridos hermanos, este domingo san José nos manifiesta y nos ofrece a todos un gran ejemplo de disponibilidad ante la voluntad de Dios. San José nos enseña a creer firmemente en la Palabra del Señor, a estar disponibles para hacer su voluntad, a obedecer como Abraham, como María, como los grandes santos a lo largo de la historia.

En este cuarto domingo del tiempo de Adviento aparece san José como ejemplo luminoso de esposo fiel, esposo amoroso, esposo entregado a su esposa. Aparece como padre solícito que cuida, custodia, protege y enseña. Aparece como hombre fuerte de fe, dispuesto a entregar su vida y todo por hacer la voluntad de Dios.

San José descubre la vocación a la que el Padre lo había preparado: ser esposo de la Santísima Virgen María y hacer las veces de padre de su Hijo encarnado, Jesucristo. Que también nosotros acojamos este ejemplo de san José y aprendamos de él esas virtudes josefinas, para que nuestra vida cristiana sea muy agradable a Dios, nuestro Padre.

Deseo a todos ustedes, queridos hermanos, un feliz cuarto domingo del tiempo de Adviento, y que la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes y los acompañe siempre.