Niños celebraron el “Holywins” en Moyobamba recordando que la santidad es alegría, luz y esperanza para el mundo.
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Desde hace algunos años, la Prelatura de Moyobamba festeja «Holywins», juego de palabras que significa «la santidad vence», con motivo de la Solemnidad de Todos los Santos que se celebra todos los años, una celebración que busca resaltar el verdadero sentido de la vida cristiana: el llamado universal a la santidad.
En solemnidad de Todos los Santos, varias parroquias de la Prelatura de Moyobamba celebran Holywins; una fiesta protagonizada por los niños, que participan en juegos y actividades disfrazados de sus santos favoritos.
Niños, jóvenes y familias participaron destacando la alegría de ser discípulos de Cristo en medio del mundo, la celebración culminó con una procesión alegre y colorida, donde los niños se presentaron vestidos como santos y santas, recordando los ejemplos de vida y virtud de aquellos que siguieron a Jesús con fidelidad.
Durante la Santa Eucaristía, presidida en la Catedral de Moyobamba, se invitó a toda la comunidad a vivir con esperanza y coherencia cristiana, a no dejarse llevar por celebraciones que oscurecen el sentido espiritual de estas fechas, sino a resaltar la luz de la santidad y el amor de Dios. La santidad no es un privilegio de pocos, sino una vocación a la que todos estamos llamados.
Con esta celebración, la Parroquia Santiago Apóstol de Moyobamba busca seguir fortaleciendo la formación en la fe de sus niños y jóvenes, promoviendo una cultura de vida, esperanza y santidad en el corazón de la comunidad.
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El párroco, P. Jaime Ruiz del Castillo y Ubach, durante la celebración litúrgica por la mañana del miércoles 01 de noviembre saludó la iniciativa de los niños y sus padres por destacable esfuerzo por realzar la fiesta de Todos los Santos e invitó a participar de esta sana fiesta católica.

El origen de celebrar a los santos
Esta celebración tuvo sus orígenes por el siglo IV debido a la gran cantidad de mártires en la Iglesia. Más adelante el 13 de mayo del 610 el Papa Bonifacio IV dedica el Panteón romano al culto cristiano, colocando de titulares a la Bienaventurada Madre de Dios y a todos los mártires. Es así que se les empieza a festejar en esta fecha.
Los primeros vestigios de esta celebración se encontraron en Antioquía el domingo siguiente a Pentecostés y San Juan Crisóstomo ya hablaba de ello. Entre los siglos VIII y IX, la fiesta comenzó a extenderse por toda Europa, y en Roma específicamente en el siglo IX: aquí el Papa Gregorio III (731-741) eligió como fecha del 1 de noviembre para coincidir con la consagración de una capilla en San Pedro dedicada a las reliquias «de los santos apóstoles y de todos los santos mártires y confesores, y de todos los justos perfeccionados que descansan en paz en todo el mundo».
En la época de Carlomagno, esta fiesta ya era ampliamente conocida como la ocasión en que la Iglesia, que todavía peregrina y sufre en la Tierra, miraba al cielo, donde residen sus hermanos y hermanas más gloriosos.
Fueron los monjes benedictinos de Cluny quienes expandieron esta festividad entre la cristiandad.

