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Evangelio de hoy 30 ene. 2020 (San Marcos 4, 21-25.)

Jesús les decía: “¿Acaso se trae una lámpara para ponerla debajo de un cajón o debajo de la cama?, ¿No es más bien para colocarla sobre el candelero?. Porque no hay nada oculto que no deba ser revelado y nada secreto que no deba manifestarse. ¡Si alguien tiene oídos para oír, que oiga!”. Y les decía: “¡Presten atención a lo que oyen! La medida con que midan se usará para ustedes, y les darán más todavía. Porque al que tiene, se le dará, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene”.

La lámpara sobre el candelero

El fervor de los grandes predicadores y evangelizadores cuya vida se entregó al apostolado, inspira nuestra llamada a evangelizar hoy. Ellos supieron sobrepasar muchos obstáculos a la evangelización; también nuestra época conoce numerosos obstáculos entre los cuales nos limitamos a mencionar la falta de fervor. Tanto más grave porque viene de dentro; se manifiesta en el cansancio y desencanto, la rutina y el desinterés, y sobre todo la falta de gozo y esperanza. Exhortamos, pues, a los que, por cualquier título o escalafón, tienen la tarea de evangelizar que alimenten en ellos el fervor del espíritu.

Conservemos el fervor del espíritu. Mantengamos el dulce y reconfortante gozo de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas (Sl 125,5). Que para nosotros, tal como lo fue para Juan Bautista, para Pedro y Pablo, para los demás apóstoles, para una muchedumbre de admirables evangelizadores a lo largo de la historia de la Iglesia, sea un impulso interior que nunca nadie ni nada pueda apagar. Que sea el gran gozo de nuestras vidas entregadas. Y que el mundo de nuestro tiempo que busca, tan pronto en la angustia, tan pronto en la esperanza, pueda recibir la Buena Noticia, no de evangelizadores tristes y descorazonados, impacientes o ansiosos, sino de ministros del Evangelio cuya vida irradia fervor, que son ellos mismos los primeros en recibir el gozo de Cristo, y aceptan poner en juego su vida para que el Reino sea anunciado y la Iglesia implantada en el corazón del mundo.

FUENTE: evangeliodeldia.org