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Evangelio de hoy 30 dic. 2019 (San Lucas 2,36-40.)

Estaba también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido. Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones.
Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.
Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea.
El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.

“Se puso a hablar del niño a todos los que esperaban la liberación de Jerusalén”

¡Vara de Jesé, tú que eres una señal para todos los pueblos, cuántos reyes y profetas deseaban verte y no te vieron! Dichoso el que en su vejez ha sido colmado con el don divino de tu presencia. Se estremeció por el deseo de ver el signo; lo ha visto y se ha llenado de alegría. Habiendo recibido el beso de paz, ha dejado este mundo en paz, no sin antes anunciar que Jesús había nacido para ser en el mundo un signo de contradicción. Y esto se cumplió: a penas aparece en el mundo, la señal de paz suscita la contradicción de los que odian la paz. Porque él es paz para los hombres de buena voluntad, y para los mal intencionados es piedra de escándalo. Herodes queda turbado, y con él todo Jerusalén. El Señor ha venido a él, pero “los suyos no lo recibieron”. ¡Dichosos los pobres pastores que, velando en la noche, han sido juzgados dignos de ver la señal!    

En aquel tiempo, Jesús se escondía ante los que se creían sabios y prudentes y se revelaba a los sencillos. A los pastores, el ángel les dijo: “Esto os servirá de señal.” Es para vosotros, los humildes, los obedientes, para vosotros que no os vanagloriáis de ciencia orgullosa sino que veláis en la noche, meditando la ley de Dios ¡Aquí tenéis la señal! Aquel que prometieron los ángeles, aquel que reclamaban los pueblos, aquel que habían anunciado los profetas, ahora, Dios os lo manifiesta.    

Aquí tenéis, pues, vuestra señal ¿señal de qué? De perdón, de gracia de paz, de una paz que no tiene fin. “Esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.” Dios está con él para reconciliar al mundo consigo. Es el beso de Dios, el mediador entre Dios y los hombres, Jesús, hombre y Cristo vivo, rey de los siglos.