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Evangelio de hoy 27 feb. 2020 (San Lucas 9, 22-25.)

Jesús dijo a sus discípulos: “El Hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día”. Después dijo a todos: “El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde y arruina su vida?

La renuncia a sí mismo

El amor que tenemos por nosotros mismos es afectivo y efectivo. El amor efectivo es el que gobierna a los grandes, codiciosos de honores y riquezas, que procuran bienes y nunca se sacian de adquirirlos. Ellos, digo yo, se aman mucho de un amor efectivo. Existen otras personas que se aman de un amor afectivo. Son muy tiernos con ellos mismos, se miman, cuidan y reconfortan. Temen tanto que les pueda suceder algo, que dan lástima. Esta blandura es insoportable para lo corporal y más aún para lo espiritual. Especialmente si es desgraciadamente practicada o mantenida por las personas dichas más espirituales, las que quieren ser santas enseguida, sin que les cueste nada. Sin ni siquiera los combates que les causa la parte inferior del alma, por su repugnancia hacia las cosas contrarias a la naturaleza.

Tener repugnancia de nuestras repugnancias, hacer callar nuestras preferencias, mortificar las afecciones, disciplinar el juzgar y renunciar a la voluntad propia, son cosas que el amor afectivo y blando que tenemos con nosotros mismos no puede permitirse, sin exclamar: “¡Oh cuánto nos cuesta!” De este modo, no hacemos nunca nada.

Es mejor llevar una pequeña cruz de paja que me han puesto sobre las espaldas, sin que yo la haya elegido, que ir a cortar en el bosque con mucho trabajo una más grande, llevándola luego con gran pena. Seré más agradable a Dios con la cruz de paja, que con la que yo me haya fabricado con sudor y penas. Aunque esta cruz la porte con más satisfacción debido al amor propio, al que gustan tanto sus invenciones y poco le agrada dejarse simplemente conducir y gobernar.

FUENTE: evangeliodeldia.org