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Evangelio de hoy 15 ene. 2020 (San Marcos 1, 29-39.)

Jesús salió de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron de inmediato. Él se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar. Entonces ella no tuvo más fiebre y se puso a servirlos. Al atardecer, después de ponerse el sol, le llevaron a todos los enfermos y endemoniados, y la ciudad entera se reunió delante de la puerta. Jesús curó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males, y expulsó a muchos demonios; pero a estos no los dejaba hablar, porque sabían quién era él. Por la mañana, antes que amaneciera, Jesús se levantó, salió y fue a un lugar desierto; allí estuvo orando.
Simón salió a buscarlo con sus compañeros, y cuando lo encontraron, le dijeron: “Todos te andan buscando”. El les respondió: “Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido”. Y fue predicando en las sinagogas de toda la Galilea y expulsando demonios.

Jesús les dijo: «Vayamos…» (Mc 1,38)

Es cierto lo que escuchamos: «Jacob tuvo un sueño, vió una escalinata» (Gen 28,12). Porque por ella puedes elevarte. Esta escalinata, con dos subidas y seis escalones, representa a Jesucristo con sus naturaleza divina y humana y sus virtudes: la humildad y la pobreza, la sabiduría y la misericordia, la paciencia y la obediencia.

Jesús fue humilde asumiendo nuestra naturaleza y «miró con bondad la pequeñez de su servidora» (Lc 1,48). Fue pobre en el nacimiento, cuando la Virgen pobre lo dio a luz, lo envolvió en pañales y no tuvo otro lugar para posarlo que un pesebre de animales (Lc 1,27). Fue sabio en su predicación, porque «hizo y enseñó desde el comienzo» (Hech 1,1). Fue misericordioso recibiendo a los pecadores: «No he venido a llamar a los justos sino a los pecadores» (Mt 9,13). Fue paciente bajo los golpes de caña y cuando lo escupían (Mc 15,19). «Endurecí mi rostro como el pedernal» (Is 50,7), dice por la boca de Isaías. «Cuando era insultado, no devolvía el insulto, y mientras padecía, no profería amenazas» (1 Pe 2,23). Hasta aceptó «por obediencia la muerte y la muerte en la cruz» (Flp 2,8).

He aquí que la escalinata está lista. ¿Por qué no subes?¿Por qué sigues arrastrando por tierra tus manos y pies? Sube. ¡Suban ángeles, obispos, superiores religiosos y fieles de Jesucristo! Suban y contemplen como el Señor es manso. Desciendan para ayudar y aconsejar, porque nuestro prójimo necesita eso. ¿Por qué tratan de subir a esta montaña por otros medios, en vez de utilizar esta escalinata?

FUENTE: evangeliodeldia.org