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Evangelio de hoy 13 nov. 2019 (San Lucas 17,11-19.)

Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a través de Samaría y Galilea. Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia y empezaron a gritarle: “¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!”.
Al verlos, Jesús les dijo: “Vayan a presentarse a los sacerdotes”. Y en el camino quedaron purificados.
Uno de ellos, al comprobar que estaba curado, volvió atrás alabando a Dios en voz alta y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano.
Jesús le dijo entonces: “¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?”.
Y agregó: “Levántate y vete, tu fe te ha salvado”.

COMENTARIO

«¡No ha vuelto más que este extranjero!»

Dichoso este leproso samaritano que reconoció que «no tenía nada que no lo hubiera recibido» (1Co 4,7). Él «guardó hasta el último día el encargo que se le había confiado» (2Tm 1,12) y regresó donde estaba el Señor para darle gracias.

Dichoso aquel que, a cada don de la gracia, vuelve hacia aquél en quien se encuentra la plenitud de toda gracia, porque si somos agradecidos con él por todo lo que hemos recibido, preparamos en nosotros mismos un lugar para la gracia, más abundantemente. En efecto, sólo nuestro desagradecimiento puede parar nuestro progreso en el camino de nuestra conversión.

Dichoso, pues, el que se mira como un extranjero, y sabe dar abundantemente las gracias incluso por los más pequeños beneficios recibidos, teniendo en cuenta que todo lo que se da a un extranjero y a un desconocido es un don puramente gratuito. Por el contrario, que desdichados y miserables somos cuando, después de habernos mostrado timoratos (que tiene miedo ante situaciones nuevas), humildes y devotos olvidamos seguidamente cuán gratuito es lo que hemos recibido.

Les ruego, pues, hermanos, mantengámonos cada vez más humildes bajo la poderosa mano de Dios (1P 5,6). Mantengámonos con gran devoción en la acción de gracias y nos concederá la única gracia que puede salvar nuestras almas.

Seamos agradecidos, no sólo de palabra o con la punta de los labios, sino por las obras y en verdad.

FUENTE: evangeliodeldia.org