
Jesús volvió a Galilea con el poder el Espíritu y su fama se extendió en toda la región. Enseñaba en las sinagogas y todos lo alababan. Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. El me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor. Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. Entonces comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír». Todos daban testimonio a favor de él y estaban llenos de admiración por las palabras de gracia que salían de su boca.
Jesús extendió la mano y lo tocó
«Cristo al entrar en el mundo dice: ‘ no quiero sacrificios, ni ofrendas, pero me has dado un cuerpo. Entonces dije: aquí estoy para hacer tu voluntad ‘ » (He 10,5-7). ¿Es verdad que para salvarnos de nuestra miseria y para conquistar nuestro amor, Dios quiso hacerse hombre? Tan cierto como que es un artículo de fe: «por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo y se hizo hombre» (credo).
Sí, esto es lo que Dios hizo para que le amáramos. Es así como quiso manifestarnos el gran amor que nos tiene: «la gracia de Dios nuestro Salvador se manifestó a todos los hombres» (Tt. 2,11). «El hombre no me ama, parece haber dicho el Señor, porque no me ve. Voy a hacerme visible, voy a conversar con él, de este modo, seguramente me amará»: «apareció sobre la tierra, y conversó con los hombres» (Ba 3,38). El amor de Dios por el hombre es inmenso, inmenso desde toda la eternidad: «con amor eterno te amé; por eso prolongué mi misericordia para contigo» (Jr 31,3).
Pero todavía no habíamos visto cuán grande e incomprensible era; cuando el Hijo de Dios se hizo contemplar bajo la forma de un niño acostado sobre paja en un establo, verdaderamente se manifestó: «Dios nuestro Salvador mostró su bondad y su amor para los hombres» (Tt 3,4). «La creación del mundo, observa san Bernardo, hizo resplandecer el poder de Dios, el gobierno del mundo, su sabiduría; pero la encarnación del Verbo hizo estallar su misericordia ante todos los que le miran». «Despreciando a Dios, dice san Fulgencio, el hombre se había separado de él para siempre; y como el hombre ya no podía regresar a Dios, Dios se dignó en venir a encontrarle sobre la tierra». Santo Agustín ya había dicho: «no podíamos ir al médico; por eso el médico tuvo la bondad de venir hasta nosotros».
FUENTE: evangeliodeldia.org