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Evangelio de hoy 09 feb. 2020 (San Marcos 5, 13-16.)

Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisada por los hombres. Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña. Y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa. Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo.

Jesús ilumina el espacio del corazón

La sal da sabor al pan y a todo alimento, impide la descomposición de la carne y la conserva largo tiempo. Considera que lo mismo ocurre con la vigilancia de la inteligencia. Ella llena de sabor divino tanto al hombre interior como al hombre exterior, expulsa el desagradable olor de los malos pensamientos y nos permite perseverar en el bien. Muchos malos pensamientos nacen de la sugestión y de ellos nace la acción mala sensible. Pero quien con Jesús apaga la sugestión, escapa de lo que sigue. Se enriquecerá con el suave conocimiento divino, con él encontrará a Dios, que está presente en todos lados.

Teniendo delante de Dios al espejo de la inteligencia, está continuamente iluminado, a imagen del cristal puro y del sol sensible. Es imposible que quien mira el sol no tenga los ojos inundados de luz. Lo mismo, quien se inclina siempre hacia el espacio de su corazón, será iluminado. Cuando las nubes se disipan, el aire aparece puro. Igualmente, cuando bajo el sol de justicia, Jesucristo, se disipan los fantasmas de las pasiones, nacen en el corazón los pensamientos luminosos, semejantes a las estrellas. Porque Jesús ilumina el espacio del corazón.

FUENTE: evangeliodeldia.org