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Evangelio de hoy 08 feb. 2020 (San Marcos 6, 30-34.)

Los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. El les dijo: “Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco”. Porque era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer. Entonces se fueron solos en la barca a un lugar desierto. Al verlos partir, muchos los reconocieron, y de todas las ciudades acudieron por tierra a aquel lugar y llegaron antes que ellos. Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato.

“Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco” (Mc 6,31)

Si quieres venir a mí y encontrarme, sígueme y encuéntrame en un lugar apartado. Marcos escribe: “Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco. Porque era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer” (Mc 6,31).

Las pasiones de la carne, el tumulto de pensamientos que van y vienen en nuestro corazón son tales que no tenemos el tiempo de comer el alimento de la felicidad eterna, ni de percibir el sabor de la contemplación interior. Por eso nuestro Maestro pide: “Vengan a un lugar desierto”, apartados de la multitud ruidosa. “Solos a un lugar desierto”, en la soledad del espíritu y del corazón. “Para descansar un poco”. Un poco, ya que el autor del Apocalipsis relata “Se produjo en el cielo un silencio, que duró una media hora” (Apoc 8,1) y el salmo canta “¡Quién me diera alas de paloma para volar y descansar!” (Sal 54,8).

Escuchemos al profeta Oseas: “Yo la amamantaré, la llevaré al desierto y le hablaré a su corazón” (Os 2,16). Las tres expresiones “amamantar”, “llevar al desierto” y “hablar al corazón”, designan las tres etapas de la vida espiritual: comienzo, progreso, perfección. El Señor amamanta al debutante, iluminándolo con su gracia para que crezca y progrese yendo de virtud en virtud. Lo conduce luego lejos de la agitación de los vicios y los pensamientos desordenados, hasta el reposo del espíritu. Una vez llevado a la perfección, habla a su corazón. El alma gusta entonces la suavidad de la inspiración divina y puede librarse totalmente a la alegría espiritual. ¡Qué profundidad de devoción, admiración y felicidad en su corazón! Por la devoción, se eleva por encima de él, por la admiración es conducido hacia lo alto, por la felicidad es transportado más allá de él.

FUENTE: evangeliodeldia.org