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Doctrina del comunismo

El comunismo es una mortal pestilencia que serpentea por las más íntimas entrañas de la sociedad humana y conduce al peligro extremo de la ruina (Quod Apostolici muneris, León XIII). Es una abominable y sobre todas antirracional doctrina (Qui pluribus, Pio IX) que busca la más atroz de las guerras contra toda religión y contra el mismo Dios (Caritate Chisti compulsi, Pio XI) por ello es el más grande y declarado enemigo de la santa Iglesia y de Dios (Quadragesimo anno, Pio XI).

Preocupado por la maldad que encierra el comunismo, el papa Pio XI en la encíclica Divini Redemptoris, desarrolla la problemática de esta doctrina y da una solución desde la perspectiva cristiana. Entre las ideas fundamentales tenemos:

FALSO IDEAL: El comunismo de hoy encierra en sí mismo una idea de aparente redención. Un pseudo ideal de justicia, de igualdad y de fraternidad en el trabajo, que a las masas halagadas por falaces promesas comunica un ímpetu y un entusiasmo contagiosos. Más aún, se hace alarde de un progreso económico, que, si en algunas regiones es real, se explica por otras causas muy distintas, como son la intensificación de la productividad industrial en países que hasta ahora carecían de ella; el cultivo de ingentes riquezas naturales, sin consideración alguna a los valores humanos, y el uso de métodos inhumanos para realizar grandes trabajos con un salario indigno del hombre.

MATERIALISMO EVOLUCIONISTA DE MARX. La doctrina que el comunismo (formulada por Marx) enseña que sólo existe una realidad, la materia, la cual, por evolución, llega a ser planta, animal, hombre. La sociedad humana, por su parte, no es más que una apariencia y una forma de la materia, que evoluciona del modo dicho y que por ineludible necesidad tiende, en un perpetuo conflicto de fuerzas, hacia la síntesis final: una sociedad sin clases. En esta doctrina, como es evidente, no queda lugar ninguno para la idea de Dios, no existe diferencia entre el espíritu y la materia ni entre el cuerpo y el alma: no existe una vida del alma posterior a la muerte, ni hay, por consiguiente, esperanza alguna en una vida futura. Insistiendo en el aspecto dialéctico de su materialismo, los comunistas afirman que el conflicto que impulsa al mundo hacia su síntesis final puede ser acelerado por el hombre. Por esto procuran exacerbar las diferencias existentes entre las diversas clases sociales y se esfuerzan para que la lucha de clases, con sus odios y destrucciones, adquiera el aspecto de una cruzada para el progreso de la humanidad. Por consiguiente, todas las fuerzas que resistan a esas conscientes violencias sistemáticas deben ser, sin distinción alguna, aniquiladas como enemigas del género humano.

A QUÉ QUEDAN REDUCIDOS EL HOMBRE Y LA FAMILIA. El comunismo, además, despoja al hombre de su libertad, principio normativo de su conducta moral, y suprime en la persona humana toda dignidad y todo freno moral eficaz contra el asalto de los estímulos ciegos. Al ser la persona humana, en el comunismo, una simple ruedecilla del engranaje total, niegan al individuo, para atribuirlos a la colectividad, todos los derechos naturales propios de la personalidad humana. En las relaciones sociales de los hombres afirman el principio de la absoluta igualdad, rechazando toda autoridad jerárquica establecida por Dios, incluso la de los padres; porque, según ellos, todo lo que los hombres llaman autoridad y subordinación deriva exclusivamente de la colectividad como de su primera y única fuente. Los individuos no tienen derecho alguno de propiedad sobre los bienes naturales y sobre los medios de producción, porque, siendo éstos fuente de otros bienes, su posesión conduciría al predominio de un hombre sobre otro. Por esto precisamente, por ser la fuente principal de toda esclavitud económica, debe ser destruida radicalmente, según los comunistas, toda especie de propiedad privada.

Al negar a la vida humana todo carácter sagrado y espiritual, esta doctrina convierte naturalmente el matrimonio y la familia en una institución meramente civil y convencional, nacida de un determinado sistema económico; niega la existencia de un vínculo matrimonial de naturaleza jurídico-moral que esté por encima de la voluntad de los individuos y de la colectividad, y, consiguientemente, niega también su perpetua indisolubilidad. En particular, para el comunismo no existe vínculo alguno que ligue a la mujer con su familia y con su casa. Al proclamar el principio de la total emancipación de la mujer, la separa de la vida doméstica y del cuidado de los hijos para arrastrarla a la vida pública y a la producción colectiva en las mismas condiciones que el hombre, poniendo en manos de la colectividad el cuidado del hogar y de la prole. Niegan, finalmente, a los padres el derecho a la educación de los hijos, porque este derecho es considerado como un derecho exclusivo de la comunidad, y sólo en su nombre y por mandato suyo lo pueden ejercer los padres.

Por lo expuesto, el comunismo es una doctrina perniciosa que va directamente contra el hombre y contra Dios, y ha sido condenada en diversas ocasiones por los papas. Además, acerca de la cooperación de los cristianos con los comunistas en el tiempo de elecciones, el Decreto de la Sagrada Congregación del Santo Oficio del 4 de abril de 1959 dice:

Se ha consultado a esta Suprema Congregación si, al elegir a los representantes del pueblo, es lícito a los católicos dar el voto a aquellos partidos o a aquellos candidatos que […] de hecho se unen a los comunistas y favorecen a éstos con su actuación. Los Emmos. Sres. Cardenales, puestos al frente de la defensa de las cuestiones de fe y morales, decretaron que se respondiera: Negativamente.