Comentario del EvangelioPortada

Comentario del Evangelio I Domingo de Cuaresma, Lucas 4,1-13

Que la gracia y la misericordia del Señor, que nos llama a la conversión, estén siempre con todos ustedes.

El pasado día 2 de marzo, comenzábamos con toda la Iglesia el camino hacia la Pascua: la santa Cuaresma, es decir, los cuarenta días de gracia y salvación, que nos ofrece el Espíritu Santo. Es Jesucristo, como dice el prefacio de este domingo, quien inauguró la práctica de nuestra penitencia cuaresmal, y, al rechazar las tentaciones de la antigua serpiente, es decir, el diablo, nos enseñó a sofocar la fuerza del pecado.

Así es, hermanos, viviendo intensamente estos días de conversión y santificación, celebraremos con sinceridad el misterio Pascual, y un día podremos pasar a la Pascua que no acaba, es decir, el Cielo, donde nos espera nuestro divino esposo para gozar de las bodas eternas. No podemos olvidar nunca que aquí estamos de paso, que nuestra patria es el Cielo. Precisamente el miércoles de ceniza se nos recordó que somos polvo, que no somos nada, que somos mortales, llenos de fragilidades y debilidades y que, para ir al cielo necesitamos creer en el Evangelio, es decir, creer en Jesucristo que nos llama a la conversión, a la santidad.

Estamos seguros de que cada vez que invocamos al Señor, él nos escucha, él nos defiende y quiere glorificarnos junto a él. Este camino hacia la Gloria no está exento de tentaciones, problemas, sufrimientos y dificultades. El mismo Jesús nos lo recordaba el jueves después de ceniza: “el que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y me siga”. Estamos convencidos de que de nada nos sirve ganar el mundo entero si perdemos nuestra vida, si nos condenamos.

Por ello, hemos comenzado animosos este desierto cuaresmal, porque necesitamos, de manera apremiante y urgente, la renovación de nuestras vidas, a la luz del Evangelio. En la medida de nuestras posibilidades, vamos a acudir cada día a la santa Misa, habiendo preparado antes las lecturas. Este es el fundamento más importante de la Cuaresma, porque, como responde Jesús al diablo, “no sólo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios”. Insisto, hermanos, no dejemos de leer y meditar cada día la Palabra viva y santa de Dios. Ayunemos de otras cosas para tener más tiempo de estar a solas con Cristo y su Palabra.

El trípode en el que se apoya la vivencia de este tiempo santo es la oración, el ayuno y la limosna. Estas tres acciones son para todo el año, para toda la vida; pero en estos cuarenta días el Espíritu Santo nos empuja a practicarlo con mayor intensidad, si es que queremos obedecer, y si es que nos interesa la conversión, la santidad y la vida eterna.

Para poder orar más y mejor necesitamos ayunar de sueño o de otras actividades. Para poder dar más limosna y apoyar más a nuestros prójimos, necesitamos ayunar de lo material: comida, bebida, ropa, dinero, etc. Cada uno de nosotros desde el pasado miércoles de ceniza o desde ahora mismo, debe hacer su plan cuaresmal, es decir, un horario y unos propósitos concretos de vivencia práctica y de verdad, en los que fortalecemos la oración, el ayuno y la limosna.

Nuestra madre Iglesia es madre y maestra, es una admirable y experta pedagoga para conducirnos, si nos dejamos, en esta vivencia sincera y verdadera, de la que nos hablaba el mismo Jesús. Alejemos de nuestro corazón toda apariencia o hipocresía. Pero alejemos todavía más la indolencia y la pereza, a la hora de practicar en serio las recomendaciones del señor.

Contemplemos a Jesucristo en el desierto, donde se prepara, a través de la oración y el ayuno, para entregarnos su mayor limosna: Él mismo en su pasión, muerte y resurrección. Repasemos despacio, conversando con él, las tentaciones, sus respuestas a Satanás y su enseñanza de cómo podemos nosotros vencer las asechanzas del enemigo.

Con toda seguridad, escucharemos en las homilías valiosos consejos para desenmascarar las tentaciones del maligno, que es capaz de disfrazarse hasta de ángel de luz, con tal de alejarnos del verdadero camino de la santidad y la vida eterna. Pongamos la mayor atención a lo que nos predican nuestros sacerdotes, porque seguro que nos servirá para aplicarlo a nuestra vida.

El demonio, como dice un refrán, sabe más por viejo y por su larga experiencia, que por ser demonio. Sus métodos son siempre los mismos, es muy previsible y no suele cambiar de estrategia porque nos conoce bien, y sabe que somos idiotas y caemos siempre fácilmente. Él se sirve de nuestra fantasía y sensualidad, de nuestra estupidez y superficialidad para hacernos caer. Como le funciona, como ve que seguimos cayendo en sus redes, utiliza constantemente las mismas maneras.

Pero, queridos hermanos, hemos de decirle al diablo: basta ya, hasta aquí has llegado conmigo, aléjate de mí, Satanás. Desde hoy mismo voy alimentarme más con la Palabra del Señor, voy a ayunar con determinación, no solamente de vicios y desórdenes (esto es obvio), sino también de muchas cosas que me entorpecen o me entretienen, me distraen, para centrarme en el seguimiento de Jesucristo y en las obras de misericordia hacia el prójimo.

Invocamos el nombre del Señor para ser salvos, creemos y profesamos que Jesús es el Señor y que vive resucitado. Nadie que crea en él quedará confundido, nos dice San Pablo. Es nuestro refugio y en él confiamos. Estamos convencidos de que el Señor está con nosotros siempre y, con él a nuestro lado, no tememos al demonio y nos librará de sus asechanzas, porque siempre nos defiende en la tribulación. También nos protege y nos guarda con la fiel custodia de sus ángeles.

No echemos en saco roto, queridos hijos, este tiempo maravilloso de gracia y salvación. Al contrario, tengamos hambre y sed cada día de Cristo, Pan vivo y verdadero, y aprendamos a vivir constantemente de toda Palabra que sale de la boca de Dios, para seguir sus recomendaciones con toda fidelidad. Por medio de las prácticas cuaresmales progresaremos en el conocimiento del misterio de Cristo, y conseguiremos los frutos pascuales de una vida nueva, bajo la acción del Espíritu de Jesucristo resucitado.

¡Vale la pena! ¡Animémonos los unos a los otros para no bajar los brazos! No sabemos si esta es nuestra última Cuaresma, nuestra última oportunidad de conversión, antes de rendir cuentas en el juicio de Dios.

#PalabraDelSeñor

Te doy Su Palabra​​​​​​​​​​​​​​​​ 👉 https://bit.ly/TeDoySuPalabra

Síguenos y sé parte de nuestro canal:
Facebook: https://www.facebook.com/prelaturademoyobamba
Twitter: https://twitter.com/prela_moyobamba​
Instagram:
https://www.instagram.com/prelaturademoyobamba
Página web:
https://www.prelaturademoyobamba.com/