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Comentario del Evangelio del XXXI Domingo del Tiempo Ordinario Marcos 12, 28b-34

Suscríbete a nuestro canal 👉 http://bit.ly/SuscribeteSanGabriel El Padre José Joaquín comparte con nosotros el #EvangelioDeHoy​​​​ Domingo 31 de Octubre 2021, Evangelio según San Marcos 12, 28b-34 Conéctate con la #LectioDivina​​​​ 📖 https://bit.ly/ComentarioDelEvangelio

Que la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del espíritu Santo, estén siempre con ustedes.

Unidos a toda la Iglesia, celebramos con inmenso gozo espiritual el domingo mundial de las misiones, dentro de este mes de octubre que comenzaba con la fiesta de la patrona de las misiones: Santa Teresa del Niño Jesús. Durante todo este mes venimos orando y reflexionando en el testamento de Jesús, antes de ascender al cielo. Recordamos que él mandó a sus apóstoles y discípulos que fueran al mundo entero a anunciar la buena noticia del reino de los cielos. Les mandó predicar y enseñar para hacer discípulos suyos y bautizar a todos los creyentes.

Sabemos que somos miembros de la iglesia Una, Santa, Católica y apostólica, es decir, fundada por Cristo sobre Pedro y los demás apóstoles, para ser misionera, para evangelizar, para ser testigos enviados en su nombre, impulsados por el mismo espíritu del Padre y del Hijo, por el Espíritu Santo, que, desde el día de Pentecostés nos ilumina y alienta para que anunciemos y proclamemos, con alegría desbordante, que el único salvador es Jesucristo.

Por ello, hoy estamos alegres y nos alegramos los que buscamos al Señor. A él recurrimos, a su poder, y buscamos continuamente su rostro. Le pedimos, confiados en su omnipotencia, que aumente nuestra fe, esperanza y caridad. Y, para poder merecer la promesa de la felicidad eterna, le suplicamos la gracia de amar sus preceptos y mandatos.

A través del profeta Jeremías, el Señor nos exhorta a gritar de alegría y a regocijarnos por la salvación. Esta salvación, ofrecida por el mismo Dios, no es sólo para Israel, sino también para todas las razas, culturas, pueblos y naciones. Nuestro Señor quiere guiarnos entre consuelos, quiere enjugar nuestras lágrimas y darnos a beber del torrente de sus delicias. Quiere hacernos vivir como hijos amados suyos.

Pero esta alegría no la podemos guardar para nosotros, sino que debemos proclamar hasta los confines de la tierra: “el Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres”. Esta frase, que repetimos en el salmo, debe ser el punto de partida de nuestra tarea misionera. Debemos llamar la atención de todo el que nos ve porque siempre estamos alegres, porque mantenemos la serenidad y la paz, aún en medio de las tribulaciones que nos toca vivir. Deberían acercarse a nosotros para preguntarnos la razón de nuestra esperanza, y así poder responder: “soy feliz, porque vivo de la fe y del amor del hijo de Dios, que se hizo hombre por mí, por mí murió en la cruz y por mí resucitó. Todo lo puedo en aquel que me fortalece y que me ha preparado una morada junto a él en la casa del Padre celestial”.

Estamos alegres y nuestra lengua canta, con la virgen María, que el Dios poderoso ha hecho y sigue haciendo maravillas en nuestra vida. Los que sembramos con lágrimas y sufrimientos, cosechamos entre cantares, volvemos cantando su gloria, y lo haremos por toda la eternidad. Como Iglesia católica y apostólica, nuestra misión es dar a conocer a todo hombre la razón y el sentido de su vida, que está sólo en Jesucristo.

Con Jesucristo vamos por este mundo descubriendo tantos ciegos al borde del camino. Ciegos porque no tienen la luz en sus vidas, la luz de la fe, la luz que es el mismo Jesús. Nosotros somos la luz del mundo, porque fuimos iluminados el día de nuestro bautismo, y desde que recibimos el sacramento de la confirmación, hemos sido enviados a liberar a los cautivos, que viven en tinieblas y sombras de muerte, para llevarlos al encuentro con el sol que nace de lo alto.

¡Cuántos ciegos hay que no saben que están ciegos! Viven en la oscuridad y en las tinieblas de este mundo, encadenados por toda clase de vicios, e incluso perversiones. Viven una vida vacía, llena de angustias e inquietudes, sin más horizonte que el comer y beber. No saben que son imagen y semejanza de Dios creador y que valen la sangre del Hijo de Dios. Viven sólo para intentar disfrutar de manera efímera de los placeres de este mundo, que no pueden llenar sus corazones, porque estamos hechos para Dios, y sólo encontramos descanso y plenitud en Jesucristo.

Tenemos en el cielo a nuestro sumo y eterno sacerdote, que vive para siempre presentando al Padre nuestras intenciones y necesidades, nuestras vidas sujetas a tantas limitaciones y debilidades. Jesús nos comprende a los que somos ignorantes y extraviados y cada día nos llama seguirlo, porque él es el camino, y la verdad, y la vida. Siguiéndolo, como nuestro buen pastor, caminamos seguros y confiados, aunque tengamos que atravesar quebradas oscuras. Su vara y su cayado nos infunden sosiego y confianza.

¡Qué bien se vive junto a Jesucristo! Nuestro Salvador ha destruido la muerte, y ha hecho brillar la vida por medio del Evangelio. Nosotros, que somos la luz del mundo, debemos alumbrar y hacer brillar la luz de la salvación predicando la buena noticia.

Jesús pasa a nuestro lado. No dejemos que pase de largo, gritémosle: ¡Hijo de David, ten compasión de mí! Acerquémonos a Jesús con toda confianza. Él nos pregunta ¿qué quieres que haga por ti? Cada uno de nosotros sabe lo que más está necesitando. No dejemos hoy de conversar a solas con Jesús, para contarle cómo estamos de ciegos y necesitados de fe y de gracia. Él quiere salvarnos ahora y siempre.

La prueba de que realmente hemos sido iluminados por Cristo y salvados por él, es que lo seguimos por el camino con alegría.

¡Ánimo, levántate, Cristo te llama! Te llama a ti y tú debes comunicar a los demás este mismo mensaje. Porque él quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.

Bendiciones.

#PalabraDelSeñor

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