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Comentario del Evangelio del XVII Domingo del Tiempo Ordinario Juan 6,1-15

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El Padre José Joaquín comparte con nosotros el #EvangelioDeHoy​​​​ Domingo 25 de Julio 2021, Evangelio según San Juan Jn 6,1-15 Conéctate con la #LectioDivina​​​​ 📖 https://bit.ly/ComentarioDelEvangelio

¡Que la gracia y la misericordia del Señor estén con todos ustedes!

En este domingo 25 de julio nos acogemos con alegría y agradecimiento a Santiago Apóstol, uno de los tres predilectos del Señor, y el primero que dio la vida por su Maestro y Salvador, tal como nos cuenta Lucas en los hechos de los apóstoles. Encomendamos con cariño a la prelatura de Moyobamba en el día de su Santo patrono.

Nuestro Dios, que viven su Santa morada, nos hace habitar juntos en su casa y nos da fuerza y poder a los que somos su pueblo amado. Nos reúne cada día alrededor del altar, para participar juntos en el santo sacrificio de la eucaristía. Sabemos que sin el Señor nada es fuerte ni santo, sabemos también que nuestro Dios protege a los que esperamos en él. Por ello, le pedimos que multiplique sobre nosotros su misericordia. Si nos dejamos instruir y guiar por él, utilizaremos los bienes pasajeros de este mundo de tal modo, que podamos adherirnos ya a los bienes eternos. Necesitamos los dones del Espíritu Santo, para que, mientras disfrutamos de los bienes de este mundo, nuestros corazones estén siempre dirigidos hacia los bienes celestiales y eternos.

Esta es nuestra vocación, esta es nuestra esperanza: alcanzar la santidad y la gloria eterna, vivir siendo alabanza del Padre celestial. Como nos recuerda San Pablo, hemos de ser siempre humildes y amables, hemos de ser comprensivos y sobrellevarnos mutuamente con amor, esforzándonos cada día en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Porque formamos un solo cuerpo, el cuerpo de Cristo, y tenemos un solo espíritu, el Espíritu Santo. Porque tenemos un solo Señor y dueño de nuestras vidas: Jesucristo. Vivimos una misma fe, un mismo bautismo. Creemos en un solo Dios, Padre de todos, que está sobre todos, que actúa por medio de todos y está en todos nosotros.

Nuestro corazón, por lo tanto, alaba al Señor por su gran misericordia. Su amor infinito nos hace confiar en su constante providencia, que nunca se equivoca. Le damos gracias cada día y lo bendecimos, proclamando la gloria de su reinado y hablamos y damos testimonio de su gran hazaña: la salvación de los hombres a través de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo.

Este misterio de nuestra salvación, se hace presente en cada Eucaristía, donde renovamos la experiencia de su amor, que lo lleva a entregarse a cada uno de nosotros. En este sacramento admirable nos ha dejado el memorial de su pasión. Le pedimos nos conceda venerar de tal modo los sagrados misterios de su Cuerpo y de su Sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de su redención. Así reza la conocida oración de la bendición con el Santísimo Sacramento.

Aunque estamos este año litúrgico en el ciclo B, y habitualmente leemos los domingos el Evangelio de San Marcos, hoy comenzamos la lectura, prácticamente completa, del capítulo sexto del Evangelio de San Juan, que comienza con el milagro de la multiplicación de los panes y los peces. Es un texto muy conocido de todos los católicos, porque en él Jesucristo predica el discurso del pan de la vida, es decir, nos explica en qué consiste el sacramento de su amor. Dios mediante, tendremos ocasión de meditar juntos este mensaje maravilloso.

Encontramos a Jesús una vez más junto al mar de Galilea o de Tiberíades, desde allí sube a la montaña, donde se sienta con sus discípulos. Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos; pero en esta ocasión el Señor va a sorprender a la multitud con un milagro admirable: multiplicar cinco panes de cebada y dos peces para saciar a una multitud de 5000 hombres. Hoy no comienza predicando el Evangelio, o expulsando demonios o sanando enfermos, sino que, al levantar los ojos y ver que acudía mucha gente, va a dar de comer a una muchedumbre sentada “cómodamente” sobre la hierba abundante.

Nos fijamos en el detalle de la intervención de dos apóstoles. Primero Jesús pone a prueba a Felipe (como que le gasta una broma) preguntándole “¿con qué compraremos panes para que coman estos?” Dice el Evangelio que el Señor sabía bien lo que iba a hacer. Nos encontramos por tanto ante un detalle de la simpatía de Jesús. El cálculo que hace Felipe es de 200 denarios, es decir 200 sueldos, para que a cada uno le toque un pedazo de pan. Mucho dinero que no tenían.

No sabemos si lo oyó, o el apóstol Andrés salió a preguntar, pero el caso es que un muchacho ofrece los cinco panes de cebada y los dos peces que llevaba en su morral. ¡Qué corazón tan generoso! Su ofrenda va a ser el origen de un milagro espectacular. Su gesto se recordará siempre hasta el final de los tiempos. Ofrece todo lo que tiene. El Señor bien sabe lo que va a hacer. Nunca se deja ganar en generosidad. Él nos explica en las parábolas que el reino de los cielos comienza como una semilla pequeña que va creciendo. Si fuéramos más confiados, desprendidos y generosos ¡cuántos milagros haría el Señor!

Jesús toma los panes y los pescados en sus santas y venerables manos y, después de decir la acción de gracias, los repartió a todos los que estaban sentados en la hierba. Todos se saciaron y con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron, llenaron 12 canastos, uno por cada apóstol. El Señor tuvo el mayor interés en que nada se perdiera ni se tirara de lo que había sobrado. Es todo un ejemplo para nosotros, que a veces desperdiciamos los alimentos.

La gente, al ver el milagro que había hecho, planearon llevárselo para proclamarlo rey. Comentaban entre ellos: “este es verdaderamente el profeta que va a venir al mundo”. Pero Jesús, que sabe sus intenciones, se retiró otra vez a la montaña él solo. Como tantas veces, se recoge en oración profunda.

Como hemos dicho, en esta ocasión Jesús no predica nada, pero, a raíz de este milagro, prepara el magnífico discurso del Pan de la vida, es decir, de la Eucaristía. Dios mediante, tendremos ocasión de compartirlo los siguientes domingos.

¡Bendice, alma mía al Señor, y no olvides sus beneficios! Sobre todo, el santo sacramento del memorial perpetuo de la pasión de Cristo, donde él se nos entrega con amor inefable: que sea provechoso para nuestra salvación.

¡Que los santos misterios que celebramos en el altar, santifiquen los días de nuestra vida, y nos conduzcan a las alegrías eternas!

Santa Misa de hoy: 👉 http://bit.ly/SantaMisaSanGabriel

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