Comentario del Evangelio del Tiempo de Cuaresma Mc 9,2-10
Terminamos el mes de febrero con el segundo domingo de Cuaresma. Al igual que el primer domingo siempre nos presenta las tentaciones de Jesús, el segundo nos introduce en el monte Tabor para contemplar la transfiguración del Señor. ¿Por qué?
La Santa madre Iglesia nos advierte en el primer domingo, que durante la Cuaresma vamos a ser tentados para desaprovechar este tiempo propicio de conversión y de gracia. En el segundo, quiere animarnos, bajo la acción del espíritu Santo, presentándonos el resultado final del camino de la Cuaresma: una nueva vida transfigurada a imagen de la de Cristo transfigurado, resucitado y glorificado. Por ello, buscamos el rostro de Jesús, y Jesús no nos lo esconde, nos invita a subir con él y con los tres apóstoles predilectos a la montaña santa, para contemplar su gloria.
Desde el monte Tabor, el Padre celestial nos manda escuchar a su hijo amado y quiere alimentar nuestro espíritu con su palabra; para que, con mirada limpia, contemplemos gozosos la gloria del rostro de Jesucristo. Necesitamos, por tanto, alimentarnos con la palabra viva del Señor que hoy nos presenta en la primera lectura el sacrificio de Isaac, con el testimonio admirable de la fe estremecedora de Abrahán. Nuestro padre en la fe, puesto a prueba por Dios, está dispuesto a ofrecer en sacrificio a su único hijo, al que ama. En obediencia de fe, no se reserva a su único hijo y está dispuesto a sacrificarlo en holocausto.
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