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Comentario del Evangelio Bautismo del Señor, Lucas 3,15-16.21-22

Suscríbete a nuestro canal 👉 http://bit.ly/SuscribeteSanGabriel El Padre José Joaquín comparte con nosotros el #EvangelioDeHoy​​​​ Domingo 09 de Enero 2022, Evangelio según San Lucas 3,15-16.21-22.
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¡Que la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo, estén con todos ustedes!

Con esta fiesta del Bautismo del Señor en el río Jordán, por un lado, clausuramos el tiempo de Navidad y por otro, estrenamos el tiempo Ordinario, que va a durar, en esta primera etapa, unas ocho semanas, antes de la santa Cuaresma, que comenzará, Dios mediante, el miércoles de ceniza, 2 de marzo.

Aprovechemos todos esta fiesta para renovar el sacramento que nos hizo hijos de Dios, miembros de la Iglesia y herederos del Cielo. Por medio del bautismo, comenzamos una maravillosa historia de amor con las Personas divinas: hijos amados del Padre, salvados por el Hijo hecho hombre, Jesucristo, y santificados por el Espíritu divino. Este Espíritu Santo, desde aquel día, comenzó a ser el alma de nuestra alma, el motor de nuestra nueva vida en Cristo.

Insisto, hermanos, no dejemos pasar este día sin tener un rato tranquilo de oración, en el que le digamos al Padre celestial: “gracias, Padre bueno, por haberme hecho tu hijo amado, por haber entregado a Jesucristo para mi salvación, por haberme regalado al Espíritu Santo, que me mueve siempre a amarte a ti y a mis hermanos, que me impulsa a cumplir tu voluntad en todo momento, por haber inscrito mi nombre en el Cielo”. Aprovechemos este rato de oración, para actualizar nuestro compromiso de desarrollar y llevar a la perfección la santidad que recibimos en el bautismo.

Renovemos de verdad, de corazón, nuestras renuncias a Satanás, al pecado, a todas las tentaciones y seducciones del mal. No seamos ingenuos, hermanos, el maligno nos acecha cada día como león rugiente, buscando a quién devorar; hemos de resistirlo, firmes en la fe, rechazándolo con toda firmeza, como nos recuerda el apóstol: “enfréntense al diablo, y huirá de ustedes”. Como señala la carta a los hebreos, la lucha de nuestra vida es contra los poderes infernales.

Renovemos también nuestra profesión de fe. Decir “sí, creo” significa decir “estoy dispuesto a morir por esta fe”, como hicieron los mártires. Vivir de acuerdo con nuestra fe es lo que nos salva. Tratemos en este día de rezar despacio el Credo, meditando sus artículos y pidiendo al Señor que nos aumente y fortalezca una fe viva en nuestros corazones: Creo, Señor, pero aumenta mi fe.

Esta vida nueva del sacramento del Bautismo, comenzó a ofrecerse a los hombres el día del bautismo de Jesús: el Padre nos manifiesta y presenta a su Hijo amado, y el Espíritu Santo desciende sobre él, en forma de paloma, consagrándolo y ungiéndolo como el Mesías de Dios. El bautismo de Juan era preparación a este Sacramento maravilloso, en el que nacemos de nuevo, en el que renacemos del agua y del Espíritu.

El profeta Isaías, de parte del Padre celestial, nos exhorta a mirar a Jesucristo, al Siervo de Dios, a su elegido, en quien se complace, y sobre el cual ha puesto su Espíritu, para cumplir la misión de manifestar la justicia con verdad a las naciones, para hacer de él alianza del pueblo de Israel y luz de las naciones, para evangelizar a los pobres, destinado a sacar a los cautivos de la cárcel, y de la prisión a los que habitan en tinieblas, abriendo sus ojos a la fe.

Los hijos de Dios aclamamos al Señor, aclamamos la gloria del nombre del Señor, nos postramos ante el Señor, como los magos el pasado domingo, porque el Señor nos bendice con la paz. Cada domingo cantamos con júbilo y damos gloria a nuestro Dios. Todo esto viene de la experiencia de ser miembros de un pueblo de santos, consagrados por la bendición constante del Señor.

San Pedro, en la lectura de los Hechos de los Apóstoles, nos recuerda lo que nos decía San Pablo en la Epifanía: “Dios no hace acepción de personas, sino que acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea”. Ya vimos que Jesús manifiesta su salvación también a los paganos, representados en los Magos de oriente. Jesucristo es el Señor de todos, él nos anuncia la buena noticia de la paz, él pasó su vida haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo. Precisamente, en el bautismo hay un rito de exorcismo con unción con el óleo de los catecúmenos, que pide la liberación del espíritu del mal, para ser templos del Espíritu Santo.

El Evangelio de San Lucas nos relata el bautismo de Jesús, después del testimonio humilde de Juan: “Yo los bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él los bautizará con Espíritu Santo y fuego”. Jesús se deja bautizar por Juan, para inaugurar el bautismo cristiano en el nombre de las Personas divinas. El día de nuestro bautismo también se escucharon las palabras del Padre celestial, referidas a cada uno de nosotros: “tú eres mi hijo amado, en ti me complazco”. Como dice el apóstol y evangelista san Juan: “no es que nos llamemos hijos de Dios, sino que ¡lo somos!” Que, escuchando fielmente a Jesucristo, de verdad nos llamemos y seamos hijos de Dios.

Jesucristo, aunque es el Cordero inmaculado sin pecado, recibe el bautismo en el nombre de la humanidad pecadora, de la cual carga y lleva sobre sí todos los pecados de todos los hombres de toda la historia. Como dice San Pablo, Dios Padre hizo a Jesús pecado por nosotros, para que fuésemos liberados por su sangre. Él viene a borrar los pecados del mundo, como rezamos antes de comulgar: Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros, y danos la paz.

Lo recordamos en Navidad: el Hijo de Dios se hace hombre, para hacer a los hombres hijos de Dios. Esto se hace realidad el día de nuestro bautismo: Señor, haz que merezcamos ser divinizados interiormente por aquél que se hizo hombre por nosotros. Somos hijos, en el único Hijo del Padre eterno: esta es nuestra mayor dignidad.

¡VIVAMOS COMO HIJOS SANTOS DE DIOS!

¡FELIZ EPIFANÍA DEL SEÑOR!

#PalabraDelSeñor

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