Seminario

Amar a Dios sobre todas las cosas

El primer mandamiento implica para el fiel guardar y poner en práctica las tres virtudes teologales, y evitar los pecados que se oponen a ellas. La fe cree en Dios y rechaza todo lo que le es contrario, como, por ejemplo, la duda voluntaria, la incredulidad, la herejía, la apostasía y el cisma. La esperanza aguarda confiadamente la bienaventurada visión de Dios y su ayuda, evitando la desesperación y la presunción. La caridad ama a Dios sobre todas las cosas y rechaza la indiferencia, la ingratitud, la tibieza, la pereza espiritual o acedia y el odio a Dios, que nace del orgullo.

Amar a Dios sobre todas las cosas implica “A Él solo darás culto”. Este culto, que en toda justicia debemos a Dios por nuestra condición de criaturas, consiste en:

  • La adoración: adorar a Dios es reconocerle como Dios, creador y Señor de todo lo que existe. Es reconocer “la nada de la criatura”, que solo existe por Dios. Es alabarlo, exaltarle y humillarse a sí mismo.
  • La oración: es la elevación del espíritu hacia Dios.
  • El sacrificio: es justo ofrecer a Dios sacrificios en señal de adoración, de gratitud y de súplica. El único sacrificio perfecto es el que ofreció Cristo en la cruz. Uniéndonos a su sacrificio, podemos hacer de nuestra vida un sacrificio para Dios.
  • Promesas y votos: El voto es un acto de devoción en el que el cristiano se consagra a Dios o le promete una obra buena.

Para que este culto a Dios sea posible, es necesario la admisión del derecho a la libertad religiosa, que no es ni la permisión moral de adherirse al error, ni un supuesto derecho al error, sino un derecho natural de la persona humana a la libertad civil, es decir, a la inmunidad de coacción exterior en materia religiosa por parte del poder político.

El primer mandamiento prohíbe, además, honrar a dioses distintos del Único Señor que se ha revelado a su pueblo. Por tanto se proscribe:

  • La superstición: es la desviación del sentimiento religioso y de las prácticas que impone, por ejemplo, quien lleva un escapulario o rosario pero no guarda en su corazón fidelidad a la Virgen Santísima sino que se entrega al pecado pensando que tan solo por llevarlo se salvará. Es también una creencia que no tiene fundamento racional y que consiste en atribuir carácter mágico o sobrenatural a determinados sucesos o en pensar que determinados hechos proporcionan buena o mala suerte, por ejemplo, la maldición de los gatos negros; comer uvas el año nuevo para atraer la buena suerte; vestir ropa interior de color amarillo en vísperas de año nuevo para “atraer” dinero o buena suerte.
  • La idolatría: consiste en divinizar lo que no es Dios, trátese de dioses o de demonios (por ejemplo, el satanismo), de poder, de placer, de la raza, de los antepasados, del Estado, del dinero, etc. Por otra parte, el mandamiento divino implicaba la prohibición de toda representación de Dios por mano del hombre. Sin embargo, ya en el Antiguo Testamento Dios ordenó o permitió la institución de imágenes que conducirían simbólicamente a la salvación por el Verbo encarnado: la serpiente de bronce, el arca de la Alianza y los querubines. Frente a los ataques sectarios, el culto cristiano de las imágenes no es contrario al primer mandamiento, el honor tributado a las imágenes sagradas es una “veneración respetuosa”, no una adoración, que sólo corresponde a Dios pues “el que venera una imagen, venera al que en ella está representado”.
  • La adivinación y magia: Dios puede revelar el porvenir a sus profetas o a otros santos. Sin embargo, la actitud cristiana justa consiste en entregarse con confianza en las manos de la providencia en lo que se refiere al futuro. Todas las formas de adivinación deben rechazarse: el recurso a Satán o a los demonios, la evocación de los muertos, la consulta de horóscopos, la astrología, la quiromancia, la interpretación de presagios y de suertes, los fenómenos de visión, etc.
  • La irreligión: que se manifiesta en tentar a Dios con palabras o hechos; en el sacrilegio, que profana a las personas y las cosas sagradas, sobre todo la Eucaristía; en la simonía, que intenta comprar o vender realidades espirituales.
  • El ateísmo: que rechaza la existencia de Dios, apoyándose frecuentemente en una falsa concepción de la autonomía humana, llevada hasta el rechazo de toda dependencia respecto a Dios.
  • El agnosticismo: según el cual, nada se puede saber sobre Dios, y que abarca el indiferentismo y el ateísmo práctico.