3 Minutos con Jesús en el evangelio de San Marcos 10,17-30
Suscríbete a nuestro canal de YouTube 👉 http://bit.ly/SuscribeteSanGabriel El Padre Francisco Lunar Trigo comparte con nosotros la meditación y el #EvangelioDeHoy Domingo 10 de Octubre 2021, Evangelio según San Marcos 10,17-30
Evangelio de San Marcos 10,17-30
Jesús estaba a punto de partir, cuando un hombre corrió a su encuentro, se arrodilló delante de él y le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué tengo que hacer para conseguir la vida eterna?» Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino sólo Dios. Ya conoces los mandamientos: No mates, no cometas adulterio, no robes, no digas cosas falsas de tu hermano, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre.» El hombre le contestó: «Maestro,
todo eso lo he practicado desde muy joven.» Jesús fijó su mirada en él, le tomó cariño y le dijo: «Sólo te falta una cosa: vete, vende todo lo que tienes y reparte el dinero entre los pobres, y tendrás un tesoro en el Cielo. Después, ven y sígueme.» Al oír esto se desanimó totalmente, pues era un hombre muy rico, y se fue triste. Entonces Jesús paseó su mirada sobre sus discípulos y les dijo: «¡Qué difícilmente entrarán en el Reino de Dios los que tienen riquezas!» Los discípulos se sorprendieron al oír estas palabras, pero Jesús insistió: «Hijos, ¡qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el Reino de Dios.» Ellos se asombraron todavía más y comentaban: «Entonces, ¿quién podrá salvarse?» Jesús los miró fijamente y les dijo: «Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para Dios todo es posible.» Entonces
Pedro le dijo: «Nosotros lo hemos dejado todo para seguirte.» Y Jesús contestó: «En verdad les digo: Ninguno que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o campos por mi causa y por el Evangelio quedará sin recompensa. Pues, aun con persecuciones, recibirá cien veces más en la presente vida en casas, hermanos, hermanas, hijos y campos, y en el mundo venidero la vida eterna.
Meditación
En el Evangelio de hoy, un hombre va hacia Jesús con cierta desesperación, como si la vida se le estuviera yendo de las manos. Está experimentando la vida como amenaza, no es feliz y, por eso, está oprimido como si tuviera la lepra, como si un espíritu inmundo no lo dejara en paz. Se dirige a Jesús y le llama “Maestro bueno”, no es un título genérico de bondad, como si lo dijera “de buen corazón”, sino que significa grande, el más grande de todos aquellos a los que sin duda se haya dirigido y que no le han sabido dar respuesta. Jesús, de forma bastante curiosa, le responde prácticamente que ya tiene un
maestro grande: Dios con su ley. La pregunta, de hecho, está mal planteada.
Preguntar qué se debe hacer para tener en herencia la vida eterna revela un punto de partida erróneo. Para heredar, no debes hacer otra cosa que ser hijo. Él cree que tiene que hacer algo para obtener la herencia, pero “si somos hijos,
somos también herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo”. Hay que pertenecer, no hacer algo. Por eso, Jesús concluye con un “pertenéceme”, “ven conmigo”. O entiéndenos la vida según la idea pagana de religión, es decir, como un compromiso nuestro, o concebimos la vida como un acto de fe,
que significa acogida de la obra de Dios. La relación que Dios querer tener con nosotros habla de pertenencia, de identidad; de quién es mi vida, quién es mi Señor, a quién pertenezco.
“Los ricos empobrecen y pasan hambre, los que buscan al Señor no carecen de nada”
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