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3 Minutos con Jesús en el evangelio de San Lucas 2,22-35

Suscríbete a nuestro canal de YouTube 👉 http://bit.ly/SuscribeteSanGabriel El Padre Francisco Lunar Trigo comparte con nosotros la meditación y el #EvangelioDeHoy Miércoles 29 de Diciembre 2021, Evangelio según San Lucas 2,22-35

Evangelio de San Lucas 2,22-35
En el principio ya existía aquel que es la Palabra, y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios. Ya en el principio él estaba con Dios. Todas las cosas vinieron a la existencia por él y sin él nada empezó de cuanto existe. Él era la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la recibieron. Hubo un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Este vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino testigo de la luz. Aquel que es la Palabra era la luz verdadera, que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba; el mundo había sido hecho por él y, sin embargo, el mundo no lo conoció. Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron; pero a todos los que lo recibieron les concedió poder llegar a ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre, los cuales no nacieron de la sangre, ni del deseo de la carne, ni por voluntad del hombre, sino que nacieron de Dios. Y aquel que es la Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros. Hemos visto su gloria, gloria que le corresponde como a unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan el Bautista dio testimonio de él, clamando: «A este me refería cuando dije: “El que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí, porque ya existía antes que yo”».

De su plenitud hemos recibido todos gracia sobre gracia. Porque la ley fue dada por medio de Moisés, mientras que la gracia y la verdad vinieron por Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás. El Hijo unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha revelado.

Meditación
Jesús, María y José se someten a la ley judaica. La ley que ordenaba la presentación del primogénito al Señor y la purificación de la madre no afectaban ni a Jesucristo ni a la Virgen María, pero obedecieron. Jesús es ofrecido en el templo de manos de la Virgen María y de San José.

Inspirada por el Espíritu Santo, María conoce perfectamente el gran misterio que nos relata el Evangelio de hoy. Comprende el significado y el valor del sacrificio que Ella realiza. Identificada en absoluto con los sentimientos sacrificiales de su divino Hijo, María lo ofrece al Padre con la misma abnegación, con el mismo desprendimiento con que se ofrece el propio Jesús. Sacrifica generosamente con un total e incondicional fiat en sus labios y en su corazón lo que Ella más quiere y ama, su Todo. Lo hace en nombre y en representación nuestra y para nuestra salvación.

Estamos ante uno de los momentos más solemnes de la vida de la Virgen María, de la vida de la humanidad, de la vida de todos y de cada uno de nosotros. Es la primicia del Calvario. También comienza para Ella su sacrificio. Su alma será traspasada por la espada del dolor. Se ofrece también Ella por nosotros, juntamente con su Hijo. Ya se vislumbra el día en que, a los pies de la cruz, completará con Jesús el ofrecimiento comenzado hoy en el templo. El fiat de la Anunciación tuvo muchos momentos de prolongación crucificada durante toda su vida.

“Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el Sol que nace de lo alto”

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