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3 Minutos con Jesús en el evangelio de San Juan 8,51-59

Evangelio de San Juan 8,51-59
En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: «Yo les aseguro: el que es fiel a mis palabras no morirá para siempre». Los judíos le dijeron: «Ahora ya no nos cabe duda de que estás endemoniado. Porque Abraham murió y los profetas también murieron, y tú dices: “El que es fiel a mis palabras no morirá para siempre”. ¿Acaso eres tú más que nuestro padre Abraham, el cual murió? Los profetas también murieron. ¿Quién pretendes ser tú?» Contestó Jesús: «Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, aquel de quien ustedes dicen: “Es nuestro Dios”, aunque no lo conocen. Yo, en cambio, sí lo conozco; y si dijera que no lo conozco, sería tan mentiroso como ustedes. Pero yo lo conozco y soy fiel a su palabra. Abraham, el padre de ustedes, se regocijaba con el pensamiento de verme; me vio y se alegró por ello». Los judíos le replicaron: «No tienes ni cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?» Les respondió Jesús: «Yo les aseguro que desde antes que naciera Abraham, Yo Soy». Entonces recogieron piedras para arrojárselas, pero Jesús se ocultó y salió del templo.

Meditación
Es un error pensar que todo se resuelve con observar los mandamientos, pero estos no son una ley fría, porque nacen de una relación de amor y son ‘indicaciones’ que nos ayudan a no equivocarnos en nuestro camino para encontrar a Jesús. Así, los fariseos cierran el corazón y la mente a cualquier novedad, no entienden el camino de la esperanza. Es el drama del corazón cerrado, el drama de la mente cerrada y cuando el corazón está cerrado, este corazón cierra la mente, y cuando corazón y mente están cerrados no hay lugar para Dios, sino solamente para lo que nosotros creemos que se debe hacer. Sin embargo, los mandamientos llevan una promesa y los profetas despiertan esta promesa. Los que tienen corazón y mente cerrados no consiguen acoger el mensaje de novedad llevado por Jesús, que es el que había sido prometido por la fidelidad de Dios y de los profetas. “Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. Es mi Padre el que me glorifica”, ante estas palabras, Jesús nos muestra su íntima unión con su Padre, sabe que el amor del Padre es más fuerte que los problemas e insultos que los judíos le tienden para hacerlo caer. Jesús nos quiere enseñar esa confianza filial en el Padre sin la cual la vida del cristiano no tiene sentido. Así debe de sentirse el cristiano con su Padre Dios, seguro de que nada le podrá hacer daño seguro de que nunca está solo y que siempre tiene a un Padre amoroso que está a su lado. Jesús nos invita en este evangelio a proclamar con nuestra vida y nuestras acciones el amor misericordioso del Padre.

“Dios no escatimó la vida de su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros y en él nos lo dio todo”

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