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3 Minutos con Jesús en el evangelio de San Juan 1,1-18

Suscríbete a nuestro canal de YouTube 👉 http://bit.ly/SuscribeteSanGabriel El Padre Francisco Lunar Trigo comparte con nosotros la meditación y el #EvangelioDeHoy Sábado 25 de Diciembre 2021, Evangelio según San Juan 1,1-18

Evangelio de San Juan 1,1-18
En el principio ya existía aquel que es la Palabra, y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios. Ya en el principio él estaba con Dios. Todas las cosas vinieron a la existencia por él y sin él nada empezó de cuanto existe. Él era la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la recibieron. Hubo un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Este vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino testigo de la luz. Aquel que es la Palabra era la luz verdadera, que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba; el mundo había sido hecho por él y, sin embargo, el mundo no lo conoció. Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron; pero a todos los que lo recibieron les concedió poder llegar a ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre, los cuales no nacieron de la sangre, ni del deseo de la carne, ni por voluntad del hombre, sino que nacieron de Dios. Y aquel que es la Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros. Hemos visto su gloria, gloria que le corresponde como a unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan el Bautista dio testimonio de él, clamando: «A este me refería cuando dije: “El que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí, porque ya existía antes que yo”».

De su plenitud hemos recibido todos gracia sobre gracia. Porque la ley fue dada por medio de Moisés, mientras que la gracia y la verdad vinieron por Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás. El Hijo unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha revelado.

Meditación
La Liturgia nos lleva hoy a Belén, junto al pesebre, donde reposa el divino Rey, recién nacido. Dejémonos llevar por ella. Una vez ante el divino Niño, postrémonos en actitud de adoración y recitemos el símbolo de la fe y el prólogo del Evangelio según San Juan: «Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, Engendrado no creado, de la misma sustancia que el Padre… Descendió de los cielos, por nosotros los hombres y por nuestra salvación. Fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo y nació de santa María Virgen” La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros. El Verbo, que es Luz y Vida divina. Luz que salva y Amor que redime, se ha hecho uno
más entre nosotros. El Hijo de Dios se nos hace presente en la realidad
viviente de un Corazón también humano.

¡Qué inefable alegría debe producirnos nuestra viva fe en el misterio
de la Navidad! Ante ese misterio tan grande, queremos unirnos al silencio adorador de María y de José. Y también a la sorpresa y admiración de los
pastores. Participemos de ese espíritu contemplativo para percibir la
belleza del misterio.

En la persona de Jesús encontramos al que secretamente anhelamos y al que ahora podemos hacer depositario de todo nuestro amor. Y nuestro amor, tan pequeño, se encuentra con el Amor que por nosotros se ha hecho pequeño. Él nos ama sin límites y nos descubre que amar no es algo que pueda administrarse en pequeñas dosis. El don de su amor. “Se ha manifestado la gracia de dios, que trae la salvación para todos los hombres”

“Los confines de la tierra han contemplado la salvación que nos viene de Dios”

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